miércoles, 24 de abril de 2013

Al desierto con la Princesa Colorines

-Hola Pez, ¿qué tal estás?
-Bueno, un poco triste.
-¿Y eso?
-Pues como ayer fue el Día del Libro, me regalaron algunos cuentos. Y como me gustaron tanto, me los he terminado en un piz paz.
-Tesoro, pero eso está muy bien. ¿Por qué estás triste entonces? 
-Porque no tengo ningún cuento para hoy.
-Uy, habérmelo dicho antes. Ya sabes que enseguida me pongo a buscar y seguro que te encuentro un sin fin de aventuras de papel. A ver, ¿qué te apetece?
-¿Puedo elegir?
-Claro, pequeño. Soy todo oidos.
-Me gustaría volver a leer otra aventura de La Princesa Colorines
-De acuerdo. Bien, siéntate a mi lado, que te voy a contar una historia que habla del Desierto. ¿Preparado?
-Síiiiii.
-Pues ahí va:

LA PRINCESA COLORINES
El desierto.


Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis historias.

Canelo y yo nos despertamos temprano, y fuimos a desayunar. En realidad era un fastidio, porque no teníamos que ir a la escuela, por lo que no estábamos obligados a madrugar. Y digo teníamos porque Canelo también me acompaña al cole todos los días, y espera mi salida para volver juntos a casa.

Mis padres siempre han querido que vaya a una escuela normal, y que tenga amigos normales. No como mi primo, el príncipe Olivo, cuyos padres, el Rey Alcornoque y la Reina Encina, no quieren que vaya a la escuela. Por eso, un profesor va todos los días al palacio y le da clases a Oli (así lo llamo yo). En el fondo me da pena, porque los únicos niños con los que se relaciona somos sus primos, y la verdad, no nos vemos mucho.

En el colegio todo me va muy bien. Bueno, vale, menos en Mates, que se me dan fatal. Pero a mi amigo Lapicero, se le dan muy bien, y me ayuda. Conocimiento del Medio tampoco me gusta mucho, y alguna vez he suspendido. Es entonces cuando me ayuda mi amiga Azucena, y apruebo sin problemas.

Lapicero flojea un poco en Historia, y a mi me gusta ayudarle en esta materia. Y Azucena odia la Literatura, y a mi me encanta. Así que entre todos estudiamos las asignaturas, nos ayudamos, y aprobamos.

Ellos son mis dos mejores amigos, y de Canelo. Además, viven muy cerca, y casi todas las tardes estamos juntos. Ahora en verano nos vemos todos los días, y ellos también se levantan temprano, como yo.

Después de desayunar lo que nos había cocinado la buena Blanca, le pedí permiso a mi papá para ir a jugar. Él me dijo que le preguntara a mi mamá si podía salir. Mi mamá que dijo que sí, pero que también tenía que tener el permiso de mi papá. Y mi papá por fin me dijo también que sí.

Normalmente me encontraba con mis amigos bajo el naranjo, mi árbol favorito.

Ese día nos pasaron muchas cosas, y algunas fantásticas.

Nos pusimos a caminar, y nos dirigimos al bosque, después de atravesar el Río Prohibido. Les había hablado a mis amigos de la redonda puerta violeta, y de lo que me había pasado hacía poco tiempo. Llegamos hasta ella, y se abrió, sola, como la otra vez.

Esta vez, sin tanto miedo y cogidos de la mano, pasamos al otro lado mis amigos, Canelo, y yo.

Yo esperaba encontrar la extraña ciudad gris. Pero no fue así. A mi alrededor no había gris, pero tampoco muchos colores. Sólo unos cuantos, e iban del amarillo claro, al amarillo oscuro. Y hacía calor, mucho calor.

Sudábamos, y nos costaba movernos. Pero nos juntamos, nos apretamos unos contra otros, hicimos un pequeño esfuerzo, y salimos, llegando a lo que parecía la superficie. ¡Oh!, estábamos sobre arena, y arena, y más arena. Arena por todas partes. Y sol, mucho sol.

No sabíamos a dónde ir, pero nos fijamos en unas huellas que había en el suelo. Parecían de un animal, pero no sabíamos cuál. Por cierto, ¿dónde está Canelo? Ay, ay ay, ¡ya se ha vuelto a escapar! ¿Serán estas sus huellas? Parecen más grandes, pero quién sabe lo que puede pasar en este extraño lugar.

Así que seguimos las huellas del suelo. Y caminando, caminando, llegamos hasta un sitio en el que abundaba el agua, las palmeras, las frutas, y el fresquito. Sí, qué bueno, no hacía tanto calor. Nos miramos, mis amigos y yo, y sin decir nada, corrimos hacia esa especie de lago que había en el centro. Y bebimos su agua, y nadamos en su agua, y nos refrescamos en su agua. ¡Estaba tan buena!

Hablamos, y llegamos a la conclusión de que estábamos en un oasis, y el oasis, en un desierto. Habíamos estudiado los desiertos en clase, pero era la primera vez que veíamos uno, que estábamos en uno.

Después de beber, nadar y refrescarnos estábamos listos para seguir buscando a Canelo. Lo llamamos una y mil veces, pero no apareció. Miramos detrás de cada árbol, de cada piedra, pero no estaba, no lo veíamos por ningún lado.

Vimos de nuevo las huellas, y decidimos seguirlas otra vez, a pesar de estar muy a gusto en aquel oasis. Pero, Canelo es Canelo, y sin él las aventuras no son lo mismo.

Nos pusimos en marcha, y esta vez las huellas nos llevaron a un sendero entre unas montañas muy altas que parecían de arena. Íbamos por la sombra, por eso no hacía tanto calor.

Cuando estábamos a punto de sentarnos a descansar, oímos un ruido delante de nosotros. Era como si algo o alguien estuviera removiendo plantas, o hierbas. Nos acercamos muy muy despacio, y casi sin hacer ruido. No sabíamos lo que hacía ese ruido, y podía ser peligroso.

¡Allí estaba!, ¡era enorme!, y por el tamaño de sus patas, bien podía ser el dueño de las huellas que habíamos seguido durante tanto tiempo.

El animal se dio la vuelta, y a decir verdad, tenía algo que me resultaba muy familiar. No se si el color, o los ojos, pero tenía la sensación de haberlo visto antes.

Se acercó a nosotros, y movió tanto el rabo que levantó una nube de arena y piedrecitas a su alrededor.

¡Claro!, ¡ya se! Pero, ¿qué había pasado? Sin duda, era Canelo, pero, ¡era tan grande! Y para él, nosotros debíamos parecer como hormiguas pequeñitas. ¿Cómo había pasado? Y lo más importante, ¿cómo lo íbamos a llevar a casa así? Claro, que para eso, teníamos que encontrar de nuevo la puerta redonda violeta, y no sabíamos dónde podía estar.

Nos pusimos a pensar, y mientras eso ocurría, Canelo quería jugar. Jugar a darnos lametones, a traernos un palo para que se lo tiráramos, a hacer un hoyo en el suelo para esconder una piedra. Pero claro, ahora era un perro gigante, y sus lametones nos dejaban empapados. Sus palitos eran troncos, y los hoyos, enormes socavones; ¡por no hablar de las piedras que pretendía esconder!

¡Esto tenía que acabar! Además, empezábamos a tener hambre y a estar cansados.

¿Y cómo podíamos salir de allí?

De pronto Canelo encontró algo muy apetitoso y se lo llevó a la boca. Empezó a hacer mucho ruido y a pasarse la comida de un lado a otro de la boca, jugando con ella. No me gustó lo que veía, así que me acerqué a él y le dije: “Canelo, Canelo bonito, come con la boca cerrada, y no juegues con la comida”. Parece que me entendió, y cerró la boca y comió despacio.

Mis amigos llamaron mi atención, y cuando me acerqué a ellos, los vi mirando una roca muy grande que no estaba allí antes y que tenía forma de puerta, ¡mi redonda puerta violeta! Pero en vez de malva y madera, era de granito, y esta vez estaba ya abierta, esperándonos.

Nos cogimos de nuevo de las manos, y rodeamos una de las enormes patas de Canelo. Caminamos todos juntos, y sin pensárnoslo mucho, atravesamos aquella roca en forma de puerta.

Y al abrir los ojos, ¡estábamos en el bosque de nuevo! ¡Y Canelo volvía a ser pequeño!

Mis amigos salieron corriendo, y yo también. Pero me detuve y me acerqué a la puerta violeta y redonda. Acerqué mi orejilla a ella, para poder escucharla, y en esta ocasión me dijo: “comer con la boca abierta es de mala educación; y jugar con la comida también”.

Desde luego, puerta bonita, puerta violeta, es una lección que nunca olvidaré.

Y así acabó la aventura de aquel día. Pero, ¿por qué un desierto? Porque creo que hacía poco que en clase nuestra profesora, doña Esmeralda, nos había hablado de ellos, y yo me quedé muy impresionada.


Llegamos al naranjo, y me despedía de mis amigos, no sin antes hacerles prometer que no contarían nada de nuestra aventura. Al fin y al cabo, seguía teniendo prohibido atravesar el río.

FIN

-¿Te ha gustado, Pez?
-Síiii. Porfa, ¡cuéntame otro cuento de la Princesa Colorines! 
-No, mi niño. Otro día. Tanto tú como todos nuestros niños queridos deben descansar ya. Si te sigues portando así de bien, pronto nos embarcamos en otra aventura de ella. ¿Conforme?
-Vale. Un besito Paz.
-Mil besos y un achuchón, Pez  




 

martes, 2 de abril de 2013

Un ser entrañable

Hoy, 2 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro Infantil.

El Pez Volador está de celebración también porque entre pequeños grandes relatos se mueve cada día

Resulta que Pez, en una jornada tan especial, se ha dado una vuelta por mi colección, y me ha pedido que le hable de un cuentito. Le ha llamado la atención su portada, porque le encantan los colores alegres y los nombres raros. A ver si a ustedes les gusta también:


¿Saben quién es?, ¿o qué?

Es difícil de definir. Pez y yo lo vamos a intetar. Se trata de un ser entrañable que nació de un huevo, en un lugar remoto, y que necesitó la ayuda de algunos amigos marinos para aprender a definirse y a conocer su misión en la vida. Le costó un poquillo, porque al principio se sintió muy solo, y no sabía ni qué hacer ni hacia dónde dirigirse. 



Con el cariño de los personajes que el destino puso en su camino, consiguió hacerse un hueco en el mundo.

Ahora mismo está en el El cielo de los libros sin presente, porque hace muchos años que dejó de publicarse. Desde allí, sin él ni siquiera saberlo, sigue cumpliendo con la tarea que es su día le fue encomendada: vigilar la salud de las aguas que nos rodean. Porque si tiras basura al mar o al río, vendrá Serendipity y lo impedirá.

 

Gracias a las palabras de Stephen Cosgrove, y a los dibujos de Robin James, este dragón rosa de cresta verde llamado Serendipity llegó a mi hogar, y puedo asegurar que es uno de los primeros libros de los que guardo recuerdos. Ediciones Altea lo editó en España en 1975, y formó parte de una colección llamada como nuestro amigo.

Si desean hacerse con un ejemplar, les aviso que es muy complicado conseguirlo en español. Sin embargo, lo he encontrado en inglés en el siguiente portal:

Serendipity en Amazon 

Hoy he querido hablarles de este libro porque tal y como les he comentado, es uno de mis primeros recuerdos hecho papel e ilustraciones. Me ha parecido mi particular aportación a esta jornada tan especial, recuerden, Día Internacional del Libro Infantil. Por cierto, y a modo de curiosidad, les diré que la fecha no es casual, porque se eligió para tal conmemoración el día del nacimiendo de Hans Christian Andersen.

Bueno, hoy les dejo con un tema de Annie Lenox, "Waiting in the vain", que forma parte de la banda sonora de una película que lleva por título el nombre de mi amigo, es decir, Serendipity. Se trata de un film que habla del destino y del amor.

 

Un beso de buenas noches, y porfa, permitan que sus niños queridos puedan llegar a celebrar en el futuro un día como el de hoy, el de los Libros Infantiles. Es uno de los legados que les pueden dejar, el amor por las historias de papel.

De antemano, gracias.