domingo, 31 de enero de 2016

Momento 11

Shivani, mi niña

El jueves 28 de enero recibí una de las llamadas más importantes de mi vida. La persona que estaba al otro lado del teléfono me preguntó si estaba de pie o sentada. Solo con esas palabras me empezaron a temblar las piernas y apenas pude articular palabra.

Sentada, le dije yo. Y madre mía, menos mal, porque la noticia que me dio fue de las más maravillosas que he recibido nunca. ¿Sabes por qué? Porque me hablaron de ti. Y no como un sueño, ni como una ilusión, sino, por fin, de ti como persona real que siente, respira y vive. 

Si la llamada me puso la piel de gallina, cuando recibí un correo electrónico con todos tus datos, no pude parar de leer y releerte. Quise mantener la compostura, pero cuando te vi, tu foto, tu carita, ¡ay, me emocioné muchísimo!

Eres tú, mi pequeña princesa de piel del color de la canela. Mi anhelo hecho más real. Shivani, mi niña. Sí, ese es tu nombre, y desde el principio me conquistó, me atrapó como una seda suave. En ese momento supe que te lo mantendría. ¿Quién soy yo para cambiar parte de tu identidad y de tus raíces? Sí, te lo confieso, tenía pensado un par de nombres para tí. Pero no, mi cielo, serás la preciosa Shivani.

¿Y ahora qué? Pues tengo que reunir una serie de documentación, un poco más de burocracia y hacerte un álbum con fotos mías para que tú también me vayas conociendo. Y me han dicho que debo dirigirme a ti no con mi nombre, sino como tu mamá. No te imaginas cómo me siento ahora que empiezo a llamarme a mi misma así. Es una sensación increíble y que pensaba que nunca llegaría. Pero ese nunca ahora se transforma con la magia de la esperanza en un siempre. Por eso te doy mi primer GRACIAS, por haber nacido y por estar ya en mi corazón.

Es pronto para decirlo, pero sé que ya te quiero, y con estas palabras te doy la bienvenida a mi vida. A partir de ahora mira al cielo, verás que las nubes tienen forma de besos. Son míos, te mandaré uno cada día con las estrellas para que te acompañen hasta que te pueda abrazar y dártelos en persona.

Shivani, mi niña...


miércoles, 20 de enero de 2016

Corazón de purpurina

El pez volador está muy contento porque pronto se celebrarán sus fiestas favoritas, los carnavales. Es lógico, porque ha nacido en Canarias, y aquí, se viven de una forma muy especial.

Ya está como loco preguntándome por el disfraz de este año. Nervioso e impaciente, le llevé a un sitio a coger ideas, a empaparse de lleno en el espíritu de los días de los antifaces y la alegría. Y dónde mejor que en un acto lleno de emociones, esfuerzo e ilusión, el décimo aniversario de la murga los TICTACTITOS

Me invitaron a participar a compartir ese momento junto a ellos, y el modo en el que  lo hice fue escribiendo un cuento y leyéndolo el día en cuestión. Y esta fue mi creación:

CORAZÓN DE PURPURINA
Érase una vez una lentejuela que nació en un taller de costura llamado FANTASÍA. Su vida transcurría entre manos artesanas e hilos de color. Era feliz, pero no sabía que podía serlo más.

La casualidad hizo que un día de invierno una ráfaga de aire le llevara hasta la ventana del taller, y se quedó pegada al cristal. Es curioso, nunca se había planteado que detrás de ese marco transparente se escondía un mundo maravilloso.

Pero lo que más le llamó la atención es lo que descubrió al otro lado de la calle. Un sitio mágico, un lugar donde se cantaba, se bailaba, se jugaba y donde se aprendía a hacerse mayor entre zapatones y narices de gomaespuma. Era la sede de una murga infantil, LOS TICTACTITOS. 
 
Desde ese momento supo que debía ir hacia allí, porque sentía que ese sería su lugar en el mundo. 
 
Nuestra lentejuela no podía esperar, tenía que idear un plan para cruzar el mar de asfalto y coches que le separaba de las notas musicales más alegres y divertidas que jamás había escuchado. Pero, ¿cómo hacerlo? 
 
Poco a poco descubrió que estaba rodeada de los mejores compañeros del mundo, porque desde que pidió ayuda a sus amigos del taller, todos se pusieron a idear la forma más ingeniosa de llegar a donde quería la lentejuela soñadora. Pero todos sus esfuerzos no dieron los frutos deseados.

Una noche, entre lágrimas de plata, miró al cielo y pidió a la estrella más brillante que hiciera realidad su deseo. A cambió, la lentejuela le prometió al astro que si lo conseguía, haría reir a muchos niños durante el resto de su vida.

La estrella, que escuchó atenta la plegaria, iluminó a todos los habitantes del taller y les desveló la solución que haría realidad la ilusión de la lentejuela. ¿Y saben cuál fue? Que todos habían tenido grandes ideas para ayudar a la pequeña, pero por separado sería imposible lograr el reto. El secreto consistía en unir sus fuerzas. 
 
Así que bien temprano, mientras la redondita seguía durmiendo, hicieron un barquito con un ligero dedal en el que colocaron una maravillosa vela de seda. A cada lado del cuerpito de la nave, se desplegaron unas alas de fieltro del color del sol. Forraron toda la base con un precioso encaje donde iría bien sujeta la lentejuela y todo lo unieron con el más resistente hilo de oro. 
 
Listo, era perfecto. Así que despertaron a la brillante viajera. Era el momento, porque los duendecillos de la alegría se habían fijado que la puerta de la sede de TICTACTITOS estaba abierta. No había tiempo que perder.

Todos, alrededor de la pequeña lentejuela, la llenaron de besos, y le dijeron que no, que no le iban a decir adiós, solo hasta lueguito. 
 
Así pues, nuestra amiga subió nerviosa a su barquito. Entre todos la elevaron a la ventana del taller, la abrieron, y soplaron con la fuerza suficiente para que pudiera llegar al otro lado de la calle. Mientras volaba hacia su nuevo hogar giró el rostro y con una gran sonrisa agitó su mano agradecida.

Llegó sana y salva. Ya estaba allí. Empezaba una nueva vida, con una nueva familia. Lo primero que hizo fue ir hacia donde estaban las directoras, se puso en medio de ellas, y con mucho respeto y educación, les dijo:

-Hola, soy la nueva lentejuela, y tengo el corazón lleno de purpurina...

Esto ocurrió hace ya diez años. Y desde entonces, la pequeña lentejuela cumple cada mes de febrero con la promesa que le hizo a la estrella brillante. Nadie se explica cómo, pero siempre consigue deslizarse en su disfraz hacia ese punto donde el traje hace cosquillitas en la piel de un tictactito. Y de ese modo, cada año está haciendo reir a un pequeño murguero.

FIN

¿Les ha gustado? Espero que sí. El Pez y yo estábamos muy nerviosos cuando tuvimos que contarlo delante de todos los asistentes al acto, pero bueno, creo que no estuvo del todo mal. Les invito a compartir este momento y otros muchos en el video que les pongo a continuación, y que grabaron los amigos de MAFASCA TV 


Desde este humilde portal, solo puedo dar las gracias a todo el equipo de la murga por haberme propuesto esta maravillosa idea; felicitarles por tantas cosas en este aniversario tan especial, y desearles un muy feliz carnaval a tod@s, sobre todo a mis niños queridos.

Y por si fuera poco, me regalaron este precioso ramo de flores




GRACIAS

 

domingo, 8 de noviembre de 2015

El pez aprende a decir adiós

A un ser alado...

Hoy estoy un poco preocupada porque noto a mi pez volador un muy triste. 

¿Habéis visto alguna vez a un pez llorar? Sus lágrimas son pequeñas estrellas que se transforman en espuma y se elevan al cielo. Por eso me he dado cuenta, y al preguntarle el por qué de su melancolía, de sus suspiros desconsolados, me ha dicho que tiene a alguien que se marcha de su trocito de mar, y que como no le había ocurrido antes, no sabe cómo despedirse, cómo decir adiós con sus aletas.

Tiene razón, no se lo había explicado hasta ahora. Me he puesto a pensar en nuestros niños queridos, en cómo aprenden a despedirse, a asumir que no volverán a ver a algún amiguito, o a algún familiar.

¿Cómo se les enseña? En realidad no lo se, pero supongo que lo importante es estar cerca de ellos y responder a sus preguntas sobre la ausencia de alguien a quien echan de menos. 

De pequeña fui a muchos campamentos de verano, y creo que el peor día de todos era el último. Antes de marcharnos de cada emplazamiento, de subirnos en los autobuses para emprender la vuelta a casa, solíamos cantar siempre la misma canción. Nos cogíamos de las manos y sí, lo admito, echábamos hasta el moco más profundo, porque era el momento de decir adiós a los compañeros con los que tantas cosas habíamos compartido. 

Era esta:


Se la he puesto a mi pez, y si bien no le ha alegrado los ojitos, al menos ha estado cantando un ratito y bailando sobre las olas. Creo que es la forma de recuperarse del adiós a su amigo volador. 

Le va a costar mucho no volver a verle, porque según me ha dicho mi pez, este ser alado ha sido muy especial. Han debido compartir muchas aventuras, y lógicamente, saber que mañana no lo verá, que no va a poder jugar con él, ni contarle sus secretos, será durillo.

Pero ahí estaré yo, para darle ánimos y resolver sus dudas. Por lo pronto, y pensando en su amiguito con alas, he recordado un cachito de poema de un autor de sobra conocido, Edgar Allan Poe, que habla de despedidas y que dice así:

Un sueño
¡Recibe en la frente este beso!
Y, por librarme de un peso
antes de partir, confieso
que acertaste si creías
que han sido un sueño mis días;
¿Pero es acaso menos grave
que la esperanza se acabe
de noche o a pleno sol,
con o sin una visión?
Hasta nuestro último empeño
es sólo un sueño dentro de un sueño.

Pequeño pez, recuerda a tu ser alado con cariño, con amor y déjale partir. No es fácil, y más de una vez tus lágrimas se confundirán con el agua turquesa. Pero mi niño, piensa que él va a estar bien, y que si vuestra historia ha sido tan bonita como me has dicho, vuestros pensamientos volarán muy alto y se encontrarán en el reino de los sueños.

Levanta tu aleta, agítala suavemente y dile... ¡hasta pronto y buena suerte!

martes, 21 de julio de 2015

Diario de una ilusión: Momento 10

Familia Durán Santana

Lo pone un papel, se dirigen a mi, a nosotr@s, como Familia, y me emociona leerlo. Sí, en ello estoy trabajando desde hace mucho tiempo, antes incluso de que presentara la primera solicitud, el primer escrito, el inicio de mi camino hacia ti.


Suena bonito, ¿verdad?

Y no solo eso, a lo mejor, quién sabe, podría ser que ya estuviera viendo tu carita. 

¿Por qué?

Porque ya sé de dónde vas a venir, a dónde se dirigen mis pasos, el lugar en el que nos encontraremos, el sitio donde nacerá nuestra historia como familia, como madre e hij@. Sea como sea, aquí estás, o estarás y solo por eso me llenó de calor la lectura de estas palabras:






Efectivamente, este es, o será, tu hogar, en tus primeros años, el SAHYOG VILLAGE, en el Estado de Jharkhand. Sí, ya estoy estudiando cómo es el lugar, qué puedes estar viendo con tus ojos inocentes, qué cosas ocurren a tu al rededor. Hablo en presente, por si ya seas. Y mis estudios van un pasito más allá. Resulta que hace poco me han regalado un libro precioso, y que posiblemente entiendas mejor tú que yo. Se trata de Cancioncitas de Rosas y Azafrán de la Editorial Kókinos, y recoge, ni más ni menos, 28 canciones, nanas, coplas y juegos de dedos de la India, Pakistán y Sri Lanka. 



Te propongo un trato, yo te querré incondicionalmente, te cuidaré y velaré tus sueños. Y a cambio, tú, me enseñarás a cantar y a entender las letras de estas canciones. Porque sí, cada tema viene traducido, y me dice lo que escucho, pero seguro que tú las tienes grabadas en tu ADN aun sin saberlo. ¿Qué te parece? Por ejemplo, ¿qué sientes cuándo oyes ésto?




Pequeñ@, como ves, cada día estamos un poquito más cerca. Ah, además, ya hoy puedo decir que he completado tu expediente, ya tengo toda la documentación que me permitirá tenerte. La burocracia es así. Pero no me importa, ni me molesta. ¿Cansa?, un poco, no te voy a mentir, pero cada uno de estos escritos es otro escalón. Nadie dijo que fuera a ser fácil, ¿verdad?

Te mando un beso con alas, para que volando llegue hasta ti.

Hasta pronto, cielo.

PD: Gracias a los que han hecho posible que por fin haya completado el expediente. Los quiero a todos muchísimo. Bueno, a los funcionarios de las instituciones a las que me he dirigido, no, se entiende, claro, pero igualmente les doy las gracias.

miércoles, 6 de mayo de 2015

Nuevo compañero de juegos

Hola mi pequeño Pez.

Ya sé que te he tenido un poco abandonado. Cualquier excusa que te de será eso, una excusa. He estado bastante liada, y me han faltado horas en el día. Pero sabes, parece que poco a poco voy recuperando la gestión del tiempo.

Suena hasta mágico. A ver, "Paz y su varita del tiempo".

Jajajajaja, no me mires así, que no hace falta que tus ojos me recuerden que estoy algo loquilla.

En fin, que aquí me tienes, que espero volver a dedicarte el tiempo que te mereces, y, sobre todo, paciencia, porque tengo muuuuuchas cosas que contarte.

Para pedirte perdón a mi manera, te voy a contar una nueva aventura de la Princesa Colorines y debes estar muy atento, porque en esta ocasión, la sorpresa que se lleva nuestra querida amiga va a ser muy pero que muy especial.

Bueno, ponte cómodo y disfruta:

LA PRINCESA COLORINES
Mi hermanito.

Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis historias.

Madre mía, madre mía, qué contenta estoy hoy. Ha ocurrido algo fantástico, y estoy muy emocionada. Pero antes de contarles de qué se trata, les haré saber cómo me enteré.

Volvía como cada tarde de la escuela. Por el camino se habían ido quedando mis amigos, cada uno en sus casas, y el último tramo lo tenía que hacer sola, como siempre. Pero como siempre también mi pequeño Canelo me esperaba para que no caminara sola, y sobre todo, para que no me pasara nada. Él me cuidaba y me protegía.

Pero el muy pillo me esperaba en lugares distintos. Una vez, detrás de una piedra. Otra vez, detrás de un arbusto. Otra vez, en la curva del río. Y hoy, ¡menudo susto me dio! Se había subido a un pequeño árbol, y esperó hasta que pasé por debajo. Entonces se abalanzó sobre mí, y vino a caer en mis brazos.

Cuando se me pasó el susto, y vi que lo que me había caído del cielo era mi perro, lo abracé muy fuerte, y él respondió a mi gesto un una mirada pícara.

Le dije: “Bueno Canelo, andando, que tengo ganas de llegar a casa y merendar”.

El perro me dijo: “Guau, guau”.

Sin previo aviso, sin esperarlo ninguno de los dos, cuando nos dimos la vuelta y empezábamos a caminar hacia casa, nos tropezamos y caímos directamente en el hueco de la Puerta Violeta, que resultó estar abierta de par en par. Así que esta vez no elegimos entrar, sino que lo hicimos de manera involuntaria.

¿Sería distinto?; ¿nos encontraríamos algo aún más extraño que las últimas veces? Y ahora que lo pienso, ¿por qué estaba la puerta abierta?; ¿acaso entró alguien antes que Canelo y yo? Ay, ay, ay, cuantas preguntas sin respuesta.

¡CANELOOO!, ¡Canelo, dónde estás! Ya empezaba la aventura. Mi perro había desaparecido.

Pero, ¿y dónde estoy esta vez? Al menos no hace frío, ni calor tampoco. Se está bien. Abro los ojos, y lo veo todo rojo. Muy rojo. Es como si estuviera en una especie de río, en el que el agua es roja. Un río que discurre por un túnel. Y el túnel tiene también las paredes rojas. Aunque se ven otros túneles, esta vez azules Y, ¿Qué es eso blanco y duro? ¿Son otros pasadizos? No, no lo parece, porque no da la impresión que corra agua por dentro. Me recuerdan a los troncos de los árboles del jardín. Altos, blancos, duros.

Sigo nadando, muy tranquila. Es una sensación extraña. Me siento como en casa, muy bien. Es como si de alguna manera ya hubiera estado aquí. Pero no me suena, ni creo haber soñado con este sitio tampoco. Pero me siento bien.

Mientras nado, noto algo cerca de mí. No estoy sola. Será Canelo, pero quién sabe en qué se habrá convertido en este viaje. Siento algo de miedo, de incertidumbre. Por eso, aunque sigo escuchando un chapoteo que no es el mío, no quiero darme la vuelta. ¿Y si es algo peligroso?

De repente, algo, o alguien me toca en el hombro. ¡No quiero mirar! Canelo, ¿eres tú? No, creo que no. Me tapan los ojos con dos manos, y el miedo me invade. Y un susurro me llega al oído: “Sorpresa”.

¡Papá!, ¡eres tú!

Y me dio un abrazo fuerte.

Claro que soy yo, ¿quién creías que era?, me dijo sonriendo.

No lo sé, pensé que podría ser Canelo, porque ha desaparecido, y no sé dónde está. Además, siempre que atravieso la Puerta Violeta estoy sola en mi aventura. Bueno, sola con Canelo, que siempre acaba apareciendo. Por cierto, la próxima vez, ¡cierra la Puerta Violeta! Estaba abierta de par en par y nos hemos tropezado y caído dentro Canelo y yo. ¿Y si no hubiésemos sido nosotros?

Ay, papá, papá.

Por cierto, papi, ¿dónde estamos?

No lo sé, hija mía, me dijo entre sorprendido por mi bronca y divertido por encontrarme. No he visto tampoco a Canelo. Pero tengo una ligera sospecha. Todos estos túneles, rojos y azules. Éste río rojo. Esas paredes blancas.

Cariño, me dijo, ¿has estudiado Anatomía en el cole?

Pues claro, papá, además, en el último examen saqué un 9. ¿Por qué lo dices? Le pregunté yo.

Y él, señalando alrededor, me hizo este comentario: ¿Nada de esto te suena?, ¿no te resulta familiar?

Yo le dije que me sentía extraña desde que me caí al interior de la Puerta Violeta. Rara porque es como si ya conociera cada recoveco de esta especie de río, como si hubiera vivido aquí.

Y fue cuando mi padre me dijo: “tengo la ligera sospecha de que estamos en el interior de una persona. Estamos, pienso, dentro de las venas de esta persona, y por eso este río es rojo. Por eso vemos esas cosas blancas, que supongo que serán huesos. Y por eso estos túneles tienen dos colores, rojo y azul, porque son venas y arterias. ¿Estás de acuerdo conmigo?

Anda, papá, ¡cuánta razón tienes! Pero, ¿y dentro de quién?

Nos agarramos bien de la mano, y nadamos juntos, tranquilos. No podía dejar de mirar a mi padre. ¡Me sentía tan contenta de compartir esta experiencia con él! Y él parecía sentirse orgulloso de tenerme su lado.

De pronto escuchamos a Canelo ladrar. Pero no era un sonido de enfado, sino más bien de todo lo contrario. Era la especie de ladrido que empleaba cuando quería jugar, cuando llamaba a alguien para que le prestara atención, para que le miraran mientras hacía alguna de las suyas. Pero, ¿y a quién le ladraba?, ¿había alguien más en este cuerpo?

Mi padre y yo nos miramos, y nos pusimos a nadar de forma más rápida hacia donde parecía que se estaba produciendo el pequeño alboroto canino.

Nadamos y nadamos, y cada vez escuchábamos más cerca a nuestro perro.

¡Mira papá, parece que ahí hay un poco más de luz!, ¡es como si se abriera una ventana!

Hicimos un último esfuerzo, y al doblar el último recodo, lo vimos.

Nos quedamos parados. De repente no nos respondían las piernas, y me agarré fuerte a mi padre, porque no sabía exactamente qué estaba viendo.

Entonces Canelo nos vio, y vino corriendo hasta nosotros. Saltó encima de mí, y me dio tantos besos como pudo. Yo estaba muy contenta por haberlo encontrado, y sobre todo, porque esta vez era él, no un pequeño monstruito fruto de la imaginación de la Puerta Violeta. Sí, contenta, pero boquiabierta. Mientras agarraba a Canelo no podía dejar de mirar hacia aquello.

Canelo pareció que entendió mi miedo, así que ya en el suelo, me daba empujoncitos con su morrito en mis piernas, y de esa manera pude ir dando pasito tras pasito.

Lo que teníamos delante era como una gran bolsa del plástico más fino del mundo, conectado a través de un tubo con las paredes de más arriba. Ese tubo era como el enlace con el exterior de un ser que habitaba dentro del saquito. Un ser, una personita, pequeña, con sus bracitos, sus manitas, sus ojitos. ¡Esos ojos nos estaban mirando, y esa boquita nos sonreía a mi padre y a mí! Y Canelo se acercó, y ladró nervioso otra vez, quería jugar con aquella pequeña persona.

Hacía un rato que no escuchaba a mi padre, y cuando levanté la cara para ver qué pasaba, vi que estaba llorando. Se acercó despacito hacia nuestro descubrimiento, y puso su mano sobre su cabecita. Cuando lo hizo me miró, y me dijo que me acercara, que quería que conociera a la persona que tanto me miraba y que quería jugar con mi perro.

Cariño, éste es tu hermano. Bueno, aún no ha nacido. Verás, ¿te acuerdas que antes te dije que creía que estábamos dentro de un cuerpo humano? Pues el cuerpo es el de tu mamá.

Ah, papá, ahora lo entiendo todo. Ahora ya me explico por qué esto me sonaba tanto. Claro, yo ya había estado aquí.

Bueno, me dijo papá, es hora de marcharnos. El pequeño debe descansar, y tu mamá también. Así que Canelo, vamos, que tenemos que encontrar nuestra Puerta Violeta.

Esta vez no caminamos mucho, ni tuvimos que buscar demasiado. Mientras le decíamos adiós a mi hermanito, atravesamos aquella cueva, y sin saber muy bien cómo, nos encontramos los tres, papá, Canelo y yo, en mi habitación.

Estaba muy nerviosa, y salí corriendo, como una locuela, a buscar a mi mamá. Cuando la encontré, tendida en su cama, leyendo un libro, la abracé fuerte, muy fuerte, y le di un beso, y otro beso más, y le dije al oído; ¡Gracias!.

Ella me miró, y miró a mi padre, y dijo: ¡Ah, papi, ya se lo has dicho, ¿verdad?! Pues sí, mi tesoro, voy a tener un bebé, vas a tener un hermanito. O una hermanita. Y me vas a tener que ayudar mucho, sobre todo, a buscar un nombre bonito para él o para ella. ¿Qué te parece?

Y yo le dije: “me gustaría que fuera un niño, y que se llamara Colorín Colorado. Y mamá, no te preocupes de nada, porque ya lo quiero, y ya estoy deseando volver a verle”.

¿Volver a verle?, me preguntó extrañada mamá.

Y yo me eché a reír a carcajadas. Y antes de salir por la puerta, y guiñarle un ojo a papá, le dije a mamá. ¡En qué estaría yo pensando! ¡Te quiero mamá, me voy a jugar al jardín!

Cierra la boca, mi Pez, jejejjeje, ¡¡que aun tienes carita de sorpresa!!

¿Te ha gustado?

Vale, no hace falta que me digas nada. Espero que próximamente vuelvas a dirigirme una aleta, y me hayas perdonado por mis ausencias.

Un besito grande y salado para ti, y cientos de ellos para nuestros niños queridos.



viernes, 20 de febrero de 2015

Diario de una ilusión: Momento 9

Familia Durán Santana

Lo pone un papel, se dirigen a mi, a nosotr@s, como Familia, y me emociona leerlo. Sí, en ello estoy trabajando desde hace mucho tiempo, antes incluso de que presentara la primera solicitud, el primer escrito, el inicio de mi camino hacia ti.


Suena bonito, ¿verdad?

Y no solo eso, a lo mejor, quién sabe, podría ser que ya estuviera viendo tu carita. 

¿Por qué?

Porque ya sé de dónde vas a venir, a dónde se dirigen mis pasos, el lugar en el que nos encontraremos, el sitio donde nacerá nuestra historia como familia, como madre e hij@. Sea como sea, aquí estás, o estarás y solo por eso me llenó de calor la lectura de estas palabras:






Efectivamente, este es, o será, tu hogar, en tus primeros años, el SAHYOG VILLAGE, en el Estado de Jharkhand. Sí, ya estoy estudiando cómo es el lugar, qué puedes estar viendo con tus ojos inocentes, qué cosas ocurren a tu al rededor. Hablo en presente, por si ya seas. Y mis estudios van un pasito más allá. Resulta que hace poco me han regalado un libro precioso, y que posiblemente entiendas mejor tú que yo. Se trata de Cancioncitas de Rosas y Azafrán de la Editorial Kókinos, y recoge, ni más ni menos, 28 canciones, nanas, coplas y juegos de dedos de la India, Pakistán y Sri Lanka. 



Te propongo un trato, yo te querré incondicionalmente, te cuidaré y velaré tus sueños. Y a cambio, tú, me enseñarás a cantar y a entender las letras de estas canciones. Porque sí, cada tema viene traducido, y me dice lo que escucho, pero seguro que tú las tienes grabadas en tu ADN aun sin saberlo. ¿Qué te parece? Por ejemplo, ¿qué sientes cuándo oyes ésto?




Pequeñ@, como ves, cada día estamos un poquito más cerca. Ah, además, ya hoy puedo decir que he completado tu expediente, ya tengo toda la documentación que me permitirá tenerte. La burocracia es así. Pero no me importa, ni me molesta. ¿Cansa?, un poco, no te voy a mentir, pero cada uno de estos escritos es otro escalón. Nadie dijo que fuera a ser fácil, ¿verdad?

Te mando un beso con alas, para que volando llegue hasta ti.

Hasta pronto, cielo.

PD: Gracias a los que han hecho posible que por fin haya completado el expediente. Los quiero a todos muchísimo. Bueno, a los funcionarios de las instituciones a las que me he dirigido, no, se entiende, claro, pero igualmente les doy las gracias.

jueves, 29 de enero de 2015

Una princesa para Alba

Hace unos meses llegaste para llenar de luz y color la vida de las personas que tienes a tu alrededor. Todos te esperábamos con ilusión, y tus papis, ni te imaginas. Me pillaste un poco lejos, pero no te creas, ya aprenderás que la distancia une corazones y almas.

Estaba loca por conocerte, y por fin pude hacerlo. Y claro, ya está, siendo tan pequeñita como eres ahora, has conseguido quedarte con una parte de mí. Serás granujilla... Con tus ojitos que ya hablan y con tus manitas que ya expresan, he caído en tus redes irremediablemente. He de decir que tú no tienes la culpa, al menos no toda. Yo iba predispuesta, y me dejé llevar en ese barquito que navega ahora entre nosotras.

Pues bien, quiero agradecerte que ya formes parte de mis seres más queridos con un presente un tanto especial. 

Hace ya unos años que llevaba detrás de un libro mágico. Y por fin lo puedo disfrutar. Los Reyes Magos me lo han traído, y no me ha defraudado. Es éste:


Se llama Princesas olvidadas o desconocidas de la editorial Edelvives, publicado por primera vez en 2004, y que es fruto de la imaginación de dos artistas llamados Philippe Leehermeier y Rébecca Dautremer. Si puedo, algún día te lo prestaré, para que disfrutes de él tanto como tu "tía" Paz.

Bueno, buceando en él, me encontré con la princesa Plisplás Noloverasmás y tiene algo en común contigo, por eso te quiero regalar su historia. Resulta que nuestra amiga es una ladronzuela que "Se desliza en silencio y, con gran destreza, limpia los cofres sin dejar huella.


Ves, tiene en común contigo que ella también me ha robado un trocito de corazón.

Mi niña, te doy la bienvenida al mundo, y te brindo mis manos, para que te puedas apoyar en ellas siempre que lo necesites.



Te mando un besito grande y sonoro, y espero que nos podamos volver a ver prontito.