miércoles, 1 de noviembre de 2017

Momento 24

EL FLECHAZO...

Martes, 24 de octubre, 10 y media de la mañana. Tras más de 30 horas viajando, atravesando medio planeta en aviones y trenes, me encuentro sentada en una luminosa sala de espera. No sé muy bien qué se me pasa por la cabeza. Lo cierto es que a un lado está mi madre, muy nerviosa. Al otro, el señor Moti, la persona que nos ha acompañado y ayudado en todos los pasos dados en La India. Y en frente, la directora del orfanado, mirándome con ternura, y sonriendo. Ella lo sabe, estoy emocionada y al borde de las lágrimas. Mis ojos no engañan.

Me parece verte por la ventana que da al patio. Creo que eres tú. Una princesa vestida de mi color favorito. Y por fin apareciste por la puerta de la estancia. Allí estabas, mi niña, mi hija, mi sueño, mi realidad...









En ese mismo instante sentí un flechazo, y caí rendida a tus pies. Se me pasaron tantas cosas por la cabeza, tenía tantas cosas que decirte, y sin embargo, tan solo pude hacer una cosa, abrirte mi corazón para siempre.

El caso es que pasamos tres días juntas, empezando a conocernos y a entendernos. Tú no hablas español y yo no hablo hindi, pero mi vida, nuestros ojos se contaron cosas, y lo que es más importante, o al menos eso pienso, se comprendieron. Me encantó tenerte entre mis brazos, poder mimarte y cuidarte, aunque fueran unos pocos momentos. Y tú no hacías más que sonreír...


Es que eres preciosa. Yo que voy a decir. No soy objetiva. 

Pero como sueño que fue, tocó despertar. El jueves 26 tuvimos que ir a los juzgados de tu ciudad, y allí nos dieron la peor de las noticas: No podías venirte conmigo a casa. No nos garantizaban el tiempo de espera, que estaba dispuesta a pasar allí por ti, y que en no menos de dos meses, podría estar resuelto nuestro expediente, judicialmente hablando. 

Se me cayó el alma a los pies, pero tuve que disimular. Quise que pensaras que tienes una mamá fuerte. Lo peor vino cuando me tuve que despedir de ti. Que mal trago. Te miré a los ojos, mis manos en tu carita, y mis besos en tus mejillas. Le pedí al traductor que por favor te dijera que mamá se iba, pero que no era una despedida, sino un hasta pronto. Me marchaba pero que volvería a por ti. Y tú me dijiste, con tu mirada triste, que ya lo sabías.

Mi niña, ya estoy en el que será nuestro hogar. Tengo tus cosas ya preparadas en un sofá, a la espera de que me avisen de nuevo. Tu ropa limpia, tus zapatos deseando tener tus piececitos dentro, y tu mochila lista. Desde que nos vimos por penúltima vez (tu abuelo decía que nunca hay que decir la última), ya ha pasado casi una semana. Pero cielo, hay que pensar que son seis días menos para volver a abrazarte.

Te quiero, mi princesa. Ojalá que te haya gustado la mamá que el destino ha buscado para ti...