Dicen que que no tienen sentimientos.
Dicen que no entienden las cosas de los humanos. Dicen que
básicamente comen y nos obligan a sacarlos para que hagan sus
necesidades. Dicen que son solo animales, y que es una chorrada que
nos encariñemos con ellos, porque su función no va más allá de la
simple compañía, o en su caso, el resguardo de una casa.
Y no niego que los que dicen, dicen y
vuelven a decir, no tengan su parte de razón. Pero, para mi son algo
más, mucho más.
Les voy a contar la historia de mi
perro, y quizás entonces puedan entenderme mejor.
Chopito llegó a casa una tarde de
abril. Su dueño no lo quería. De hecho, solo le interesaba el
pedigrí de su madre. Y como el cachorro, junto con el resto de la
camada, fue el fruto de una juerga loca con un padre sin nombre y sin
“marca”, su destino era un barreño con agua. Sí, así es. Sus
hermanos perecieron ahogados de esta horrible e injusta manera. Mi
madre, compañera de trabajo, le dijo de todo a ese salvaje, que
encima se permitía presumir de perra y de ser un amante de los
animales. Claro, de los que tienen apellidos larguísimos, y que
cuestan una pasta.
El caso es que cuando este animal de
dos patas llegó a su casa, se encontró con que la adorada mascota
había parido dos bastardos más. Y mira tú por donde que fue en ese
momento cuando le entró lo que él entendió como cargo de
conciencia: los metió en una caja de zapatos y le trajo uno a mi
madre y el otro, a una vecina.
Así llegó Chopito al que se
convertiría en su hogar, entre cartones, y rodeado aún de la
placenta que le unía a la progenitora que nunca pudo lamerle y
protegerle.
Hubo que enseñarle absolutamente
todo, desde comer hasta bajar un escalón. Al principio, su cama
consistía en una caja vacía de naranjas, y nos aconsejaron que
envolviéramos un despertador en una manta, para que emulara el
corazón de la madre y así le ayudara a dormir. Lo hicimos.
Pasaron los años, y aquel chucho,
porque lo es, y a mucha honra, se convirtió en algo que no era ni
bonito ni feo, ni alto ni bajo, ni peludo ni pelón. No era nada de
eso. Y sin embargo, lo era todo. Y lo más importante, se convirtió
en uno más de nuestra familia. No era cuestión de cubrir sus
necesidades, que también. Era una cuestión de humanidad, de amor,
de cariño y de agradecimiento. Y aquí sigue, regalandonos su
presencia.
Ahora está muy viejito, cumplirá 15
años en breve. Come bien, duerme un montón, y el tío
conserva todos los dientes. Pero hay que echarle una mano
para que pueda hacer ciertas cosas, como por ejemplo, subir
escalones; y los paseos se han hecho más breves porque se cansa
antes. ¿Y saben qué?, le ayudo encantada, porque él,
inconscientemente, sin sentimientos, sin pensar, sin hablar y sin
mostrar empatía (ya saben, es lo que dirían los que dicen, dicen y
vuelven a decir), nos ha ayudado anteriomente a mi familia y a mi en
muchísimas ocasiones. A sonreir cuando no teníamos ganas; a jugar
cuando no había ánimo; a vestirnos y salir a la calle cuando la
pena era muy poderosa; a no separarse de nuestras camas cuando
estábamos maluchos; incluso, a no dejarme sola durante mis recientes
horas de estudio.
Gracias, Chopito, sigues siendo un
gran perro. Quería dejarlo por escrito antes de tu partida, porque
por ley de vida, ésta llegará más pronto que tarde.
Les cuento esto porque hace muy pocos
días uno de mis mejores amigos ha tenido que despedirse de su
mascota, y tanto él como su pareja lo están pasando francamente
mal. Y los entiendo, perfectamente.
A los dos, quédense con los buenos
momentos, con sus ojillos, con su pelo suave, con el tiempo que han
compartido, y con la tranquilidad de saber que se ha marchado con
la mochila cargada de amor.
Un beso enorme, y mucho ánimo.
Como homenaje a él, y a todos los
canes de nuestras vidas, le quiero dedicar este tema de una película
titulada “Bajo Cero”, y que les confieso que siempre me hace
llorar de emoción.
Besitos y buenas noches
P.D.: Aclaro que los perros con pedigrí, nombre y apellidos me parecen igual de maravillosos que los chuchos como el mío; o mestizo, tal y como está escrito en su cartilla identificativa.
Todos son dignos de respeto y cariño.
P.D.: Aclaro que los perros con pedigrí, nombre y apellidos me parecen igual de maravillosos que los chuchos como el mío; o mestizo, tal y como está escrito en su cartilla identificativa.
Todos son dignos de respeto y cariño.
Chopito es el mejor!!!
ResponderEliminar:)
Sí que lo es.
ResponderEliminarUn abrazo y dos besos, je je