A
Carolina
Tengo el firme convencimiento de que
el destino coloca en nuestras vidas a las personas adecuadas en el
momento preciso. Cuando somos pequeños no nos damos cuenta. Tampoco
tenemos tiempo de pensar en eso porque estamos más ocupados en otras
cosas, en juegos, en aventuras, en deberes. Pero a medida que vamos
cumpliendo años, la historia cambia. Unos van y otros vienen. Unos
se marchan y otros se quedan. Unos son de siempre, y otros no. Son
los amigos, aquellos que llegan al corazón y se quedan en él.
Hoy le dedico esta entrada a una
amiga, a una con mayúsculas. La conocía de oídas, a través de mi
familia, que ya disfrutaba de su energía. Unos años después que
ellos, quizás en uno de los momentos más tristes de mi vida, su
luz, su alegría y su combinación de colores inundó mi mundo. Y
poco a poco se ha ido haciendo un lugar en mi “patata”.
Hace poco hemos compartido un fin de
semana juntas en un lugar increíble, en plena naturaleza, y nos
pusimos al día sin prisas, rodeadas de buena gente, aunque con
tiempo para nosotras, porque las amistades hay que cuidarlas, y
dedicarles el tiempo que se merecen.
Bien, pues recordando esos días, me
han venido a la cabeza unos seres entrañables, que seguro que, con
un poco de atención, podemos encontrar en el lugar donde estuvimos, La Poshada Rural. Ya les he hablado de este sitio especial en otras ocasiones, y
ahora lo hago de nuevo, para ubicar la historia de hoy. Porque allí,
en medio del monte, tiene que haber gnomos, algún pariente lejano,
algún primo canario de David. ¿Se acuerdan de él?
Él fue el protagonista de una de mis series favoritas. TVE la estrenó en 1985, y estaba basada en libros como La llamada de los gnomos de los neerlandeses Will Huygen y Rien Poortvliet. Disfruté con su sabiduría, y aprendí grandes lecciones sobre el respeto al medio natural, el significado de la amistad, o de lo que era justo o no.
Ignoro si en la actualidad se
hacen dibujos animados de este estilo. Si es así, felicito a sus
creadores. Si es que no, me da pena que los niños de hoy en día no
se puedan empapar de este tipo de historias. Pero Internet puede ser
una solución. He encontrado el primer episodio de la serie, y los
demás son fácilmente localizables.
No sería mala idea que durante estos días de otoño, si tienen que permanecer en casa por el clima, les enseñen a sus pequeños dibujos como estos, porque a parte de pasar el tiempo de una forma entretenida, podrán compartir las enseñanzas de unos seres a los que yo consideraba como muy inteligentes.
Eso en casa, porque si se dan una
vueltita por el campo, vayan con los ojos bien abiertos, porque lo
mismo se llevan una agradable sorpresa. Seguro que sus niños
queridos encuentran a los gnomos antes que nosotros, los viejis,
porque tienen más desarrollados los ojos de la imaginación. Si
se dejan acompañar por ellos y por sus fantasías, lo mismo tienen
la suerte de verlos también.
Para terminar, y como hoy les he
hablado de gnomos, pero también de amistad, no se me ocurre mejor canción para
despedirme. Habrá otras muchas, pero a mi me encanta esta de Queen.
Buenas noches a todos, y en
particular, a la más coqueta del reino...
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