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miércoles, 6 de mayo de 2015

Nuevo compañero de juegos

Hola mi pequeño Pez.

Ya sé que te he tenido un poco abandonado. Cualquier excusa que te de será eso, una excusa. He estado bastante liada, y me han faltado horas en el día. Pero sabes, parece que poco a poco voy recuperando la gestión del tiempo.

Suena hasta mágico. A ver, "Paz y su varita del tiempo".

Jajajajaja, no me mires así, que no hace falta que tus ojos me recuerden que estoy algo loquilla.

En fin, que aquí me tienes, que espero volver a dedicarte el tiempo que te mereces, y, sobre todo, paciencia, porque tengo muuuuuchas cosas que contarte.

Para pedirte perdón a mi manera, te voy a contar una nueva aventura de la Princesa Colorines y debes estar muy atento, porque en esta ocasión, la sorpresa que se lleva nuestra querida amiga va a ser muy pero que muy especial.

Bueno, ponte cómodo y disfruta:

LA PRINCESA COLORINES
Mi hermanito.

Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis historias.

Madre mía, madre mía, qué contenta estoy hoy. Ha ocurrido algo fantástico, y estoy muy emocionada. Pero antes de contarles de qué se trata, les haré saber cómo me enteré.

Volvía como cada tarde de la escuela. Por el camino se habían ido quedando mis amigos, cada uno en sus casas, y el último tramo lo tenía que hacer sola, como siempre. Pero como siempre también mi pequeño Canelo me esperaba para que no caminara sola, y sobre todo, para que no me pasara nada. Él me cuidaba y me protegía.

Pero el muy pillo me esperaba en lugares distintos. Una vez, detrás de una piedra. Otra vez, detrás de un arbusto. Otra vez, en la curva del río. Y hoy, ¡menudo susto me dio! Se había subido a un pequeño árbol, y esperó hasta que pasé por debajo. Entonces se abalanzó sobre mí, y vino a caer en mis brazos.

Cuando se me pasó el susto, y vi que lo que me había caído del cielo era mi perro, lo abracé muy fuerte, y él respondió a mi gesto un una mirada pícara.

Le dije: “Bueno Canelo, andando, que tengo ganas de llegar a casa y merendar”.

El perro me dijo: “Guau, guau”.

Sin previo aviso, sin esperarlo ninguno de los dos, cuando nos dimos la vuelta y empezábamos a caminar hacia casa, nos tropezamos y caímos directamente en el hueco de la Puerta Violeta, que resultó estar abierta de par en par. Así que esta vez no elegimos entrar, sino que lo hicimos de manera involuntaria.

¿Sería distinto?; ¿nos encontraríamos algo aún más extraño que las últimas veces? Y ahora que lo pienso, ¿por qué estaba la puerta abierta?; ¿acaso entró alguien antes que Canelo y yo? Ay, ay, ay, cuantas preguntas sin respuesta.

¡CANELOOO!, ¡Canelo, dónde estás! Ya empezaba la aventura. Mi perro había desaparecido.

Pero, ¿y dónde estoy esta vez? Al menos no hace frío, ni calor tampoco. Se está bien. Abro los ojos, y lo veo todo rojo. Muy rojo. Es como si estuviera en una especie de río, en el que el agua es roja. Un río que discurre por un túnel. Y el túnel tiene también las paredes rojas. Aunque se ven otros túneles, esta vez azules Y, ¿Qué es eso blanco y duro? ¿Son otros pasadizos? No, no lo parece, porque no da la impresión que corra agua por dentro. Me recuerdan a los troncos de los árboles del jardín. Altos, blancos, duros.

Sigo nadando, muy tranquila. Es una sensación extraña. Me siento como en casa, muy bien. Es como si de alguna manera ya hubiera estado aquí. Pero no me suena, ni creo haber soñado con este sitio tampoco. Pero me siento bien.

Mientras nado, noto algo cerca de mí. No estoy sola. Será Canelo, pero quién sabe en qué se habrá convertido en este viaje. Siento algo de miedo, de incertidumbre. Por eso, aunque sigo escuchando un chapoteo que no es el mío, no quiero darme la vuelta. ¿Y si es algo peligroso?

De repente, algo, o alguien me toca en el hombro. ¡No quiero mirar! Canelo, ¿eres tú? No, creo que no. Me tapan los ojos con dos manos, y el miedo me invade. Y un susurro me llega al oído: “Sorpresa”.

¡Papá!, ¡eres tú!

Y me dio un abrazo fuerte.

Claro que soy yo, ¿quién creías que era?, me dijo sonriendo.

No lo sé, pensé que podría ser Canelo, porque ha desaparecido, y no sé dónde está. Además, siempre que atravieso la Puerta Violeta estoy sola en mi aventura. Bueno, sola con Canelo, que siempre acaba apareciendo. Por cierto, la próxima vez, ¡cierra la Puerta Violeta! Estaba abierta de par en par y nos hemos tropezado y caído dentro Canelo y yo. ¿Y si no hubiésemos sido nosotros?

Ay, papá, papá.

Por cierto, papi, ¿dónde estamos?

No lo sé, hija mía, me dijo entre sorprendido por mi bronca y divertido por encontrarme. No he visto tampoco a Canelo. Pero tengo una ligera sospecha. Todos estos túneles, rojos y azules. Éste río rojo. Esas paredes blancas.

Cariño, me dijo, ¿has estudiado Anatomía en el cole?

Pues claro, papá, además, en el último examen saqué un 9. ¿Por qué lo dices? Le pregunté yo.

Y él, señalando alrededor, me hizo este comentario: ¿Nada de esto te suena?, ¿no te resulta familiar?

Yo le dije que me sentía extraña desde que me caí al interior de la Puerta Violeta. Rara porque es como si ya conociera cada recoveco de esta especie de río, como si hubiera vivido aquí.

Y fue cuando mi padre me dijo: “tengo la ligera sospecha de que estamos en el interior de una persona. Estamos, pienso, dentro de las venas de esta persona, y por eso este río es rojo. Por eso vemos esas cosas blancas, que supongo que serán huesos. Y por eso estos túneles tienen dos colores, rojo y azul, porque son venas y arterias. ¿Estás de acuerdo conmigo?

Anda, papá, ¡cuánta razón tienes! Pero, ¿y dentro de quién?

Nos agarramos bien de la mano, y nadamos juntos, tranquilos. No podía dejar de mirar a mi padre. ¡Me sentía tan contenta de compartir esta experiencia con él! Y él parecía sentirse orgulloso de tenerme su lado.

De pronto escuchamos a Canelo ladrar. Pero no era un sonido de enfado, sino más bien de todo lo contrario. Era la especie de ladrido que empleaba cuando quería jugar, cuando llamaba a alguien para que le prestara atención, para que le miraran mientras hacía alguna de las suyas. Pero, ¿y a quién le ladraba?, ¿había alguien más en este cuerpo?

Mi padre y yo nos miramos, y nos pusimos a nadar de forma más rápida hacia donde parecía que se estaba produciendo el pequeño alboroto canino.

Nadamos y nadamos, y cada vez escuchábamos más cerca a nuestro perro.

¡Mira papá, parece que ahí hay un poco más de luz!, ¡es como si se abriera una ventana!

Hicimos un último esfuerzo, y al doblar el último recodo, lo vimos.

Nos quedamos parados. De repente no nos respondían las piernas, y me agarré fuerte a mi padre, porque no sabía exactamente qué estaba viendo.

Entonces Canelo nos vio, y vino corriendo hasta nosotros. Saltó encima de mí, y me dio tantos besos como pudo. Yo estaba muy contenta por haberlo encontrado, y sobre todo, porque esta vez era él, no un pequeño monstruito fruto de la imaginación de la Puerta Violeta. Sí, contenta, pero boquiabierta. Mientras agarraba a Canelo no podía dejar de mirar hacia aquello.

Canelo pareció que entendió mi miedo, así que ya en el suelo, me daba empujoncitos con su morrito en mis piernas, y de esa manera pude ir dando pasito tras pasito.

Lo que teníamos delante era como una gran bolsa del plástico más fino del mundo, conectado a través de un tubo con las paredes de más arriba. Ese tubo era como el enlace con el exterior de un ser que habitaba dentro del saquito. Un ser, una personita, pequeña, con sus bracitos, sus manitas, sus ojitos. ¡Esos ojos nos estaban mirando, y esa boquita nos sonreía a mi padre y a mí! Y Canelo se acercó, y ladró nervioso otra vez, quería jugar con aquella pequeña persona.

Hacía un rato que no escuchaba a mi padre, y cuando levanté la cara para ver qué pasaba, vi que estaba llorando. Se acercó despacito hacia nuestro descubrimiento, y puso su mano sobre su cabecita. Cuando lo hizo me miró, y me dijo que me acercara, que quería que conociera a la persona que tanto me miraba y que quería jugar con mi perro.

Cariño, éste es tu hermano. Bueno, aún no ha nacido. Verás, ¿te acuerdas que antes te dije que creía que estábamos dentro de un cuerpo humano? Pues el cuerpo es el de tu mamá.

Ah, papá, ahora lo entiendo todo. Ahora ya me explico por qué esto me sonaba tanto. Claro, yo ya había estado aquí.

Bueno, me dijo papá, es hora de marcharnos. El pequeño debe descansar, y tu mamá también. Así que Canelo, vamos, que tenemos que encontrar nuestra Puerta Violeta.

Esta vez no caminamos mucho, ni tuvimos que buscar demasiado. Mientras le decíamos adiós a mi hermanito, atravesamos aquella cueva, y sin saber muy bien cómo, nos encontramos los tres, papá, Canelo y yo, en mi habitación.

Estaba muy nerviosa, y salí corriendo, como una locuela, a buscar a mi mamá. Cuando la encontré, tendida en su cama, leyendo un libro, la abracé fuerte, muy fuerte, y le di un beso, y otro beso más, y le dije al oído; ¡Gracias!.

Ella me miró, y miró a mi padre, y dijo: ¡Ah, papi, ya se lo has dicho, ¿verdad?! Pues sí, mi tesoro, voy a tener un bebé, vas a tener un hermanito. O una hermanita. Y me vas a tener que ayudar mucho, sobre todo, a buscar un nombre bonito para él o para ella. ¿Qué te parece?

Y yo le dije: “me gustaría que fuera un niño, y que se llamara Colorín Colorado. Y mamá, no te preocupes de nada, porque ya lo quiero, y ya estoy deseando volver a verle”.

¿Volver a verle?, me preguntó extrañada mamá.

Y yo me eché a reír a carcajadas. Y antes de salir por la puerta, y guiñarle un ojo a papá, le dije a mamá. ¡En qué estaría yo pensando! ¡Te quiero mamá, me voy a jugar al jardín!

Cierra la boca, mi Pez, jejejjeje, ¡¡que aun tienes carita de sorpresa!!

¿Te ha gustado?

Vale, no hace falta que me digas nada. Espero que próximamente vuelvas a dirigirme una aleta, y me hayas perdonado por mis ausencias.

Un besito grande y salado para ti, y cientos de ellos para nuestros niños queridos.



jueves, 20 de noviembre de 2014

A la playa con la Princesa Colorines

Hoy mi Pez se ha puesto muy guapo, con su mejor pijama. Me ha preparado un vaso de leche calentito con miel, y ha puesto sobre la mesa un plato con galletas.

Cuando he visto el despliegue, primero le he dado un besote, y luego, le he preguntado por qué a ese gesto tan bonito. Muy serio se ha plantado delante de mi, y con las aletas en la cintura, me ha dicho:

"Primero porque te lo mereces (yo sonrío emocionada), y segundo, porque quiero celebrar contigo que hoy es el Día Universal del Niño. Así que siéntate a mi lado, y vamos a contarles a nuestros niños queridos un cuento. ¿Qué te parece?"

Vale, me parece perfecto. Pues venga, ponte cómodo y acompáñame, que vamos a sacar de paseo a nuestra revoltosa favorita, a la Princesa Colorines. Además, la aventura de hoy nos lleva hasta la playa. 

Sí, ahora que empieza el fresquito, que mejor manera para entrar en calor que imaginarnos a la orilla del mar, y con el solecito calentando el corazón.



LA PRINCESA COLORINES
El mar.

Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis historias.

Desde que comparto con mi padre el secreto de la puerta violeta, las cosas han cambiado mucho. Ahora, a menudo, vamos juntos en busca de aventuras, y siempre que voy sola, lo único que tengo que hacer es decírselo. Él me insiste mucho en esto, y sus palabras son siempre las mismas:

“Hija mía, avísame cuando vayas a cruzar la puerta. Unos días podré acompañarte, pero otros no. Y es importante que yo lo sepa, sobre todo aquellos días que no pueda ir contigo. No lo olvides cariño mío”.

Y no lo olvido. Aún recuerdo la primera vez que salí de aventura y tardé mucho tiempo en volver. Mis padres estaban muy tristes, y encima, les había mentido. Eso no volverá a pasar nunca.

Bueno, pues un día de verano, nos fuimos toda la familia a la Playa Colorada. Está muy cerquita de donde vivimos, aunque hay que ir en coche. Y recibe ese nombre porque por la tarde, cuando se pone el sol, sus aguas se vuelven de un rojo intenso. Y hasta que no desaparece el sol por completo, no cambia a su color normal. Cada vez que vamos nos gusta quedarnos hasta ese momento, para poder ver así uno de esos regalos de la naturaleza que tanto entusiasman a mi familia, y a mí.

Y cuando hablo de mi familia, incluyo también a mi Canelo, por supuesto, el perro más fiel y cariñoso que uno se pueda imaginar. A él también le encanta la playa. Disfruta con la arena, con el agua, con las palmeras, con las sombrillas. Y cuando atardece, y el sol se va escondiendo en el horizonte, se sienta a mi lado, y apoya su cabeza en mis rodillas, y se puede ver el sol reflejado en sus oscuros ojillos.

Como iba diciendo, mi padre nos levantó temprano, y tras preparar unos bocadillos y meter en una nevera portátil muchos refrescos y agua, nos subimos todos al coche, y nos marchamos. Por el camino íbamos cantando nuestras canciones favoritas, y se nos hizo el camino muy corto. El que lo pasó un poco mal fue Canelo, porque siempre se marea cuando va en coche.

Pero nada más llegar a la playa, se bajó del coche, hizo un hoyo en la arena, corrió a su alrededor, y escondió una piedra dentro; una piedra que le había tirado yo un poco antes. Después, me miró, movió muy rápido el rabo, y salió corriendo hacia la orilla. Al principio, se quedó parado. Después una ola le mojó la patas. Él dio un salto y se echó para atrás. Y cuando la siguiente ola se le acercó, le ladró como un loco, como enfadado por querer mojarle las patas otra vez. ¡Hombre, qué se había creído esa ola!, debió pensar.

Hasta que no me acerqué a su lado no se le pasó el enojo. Y cuando le tiré su pelota hacia dentro, hacia el agua, se olvidó por completo de las olas, y nadó junto a mí hasta llegar a ella. La cogió, me miró, y volvió a la orilla. Yo le seguí, y cuando salí, me coloqué mis gafas de bucear, mi tubo para poder respirar, y mis aletas. Y ayudé a Canelo a ponerse su equipo.

Sí, por supuesto, él también tiene unas gafas, un tubo y unas pequeñas aletas. Bueno, como cualquier perro, ¿no?

Transformados ya en una especie de buzos, nos pusimos en marcha, y nos metimos de nuevo en el agua. No sin antes prometerles a mis padres que tendría mucho cuidado y que no nos alejaríamos mucho.

Poco después ya habíamos nadado hasta las Rocas Verdes, que estaban a la derecha de la playa. Se llaman así porque alrededor de ellas crecen unas algas muy bonitas que le dan un color verde a la piedra.

¡Todo era tan hermoso! Por más que lo pienso, y lo recuerdo, no puedo dejar de ver todos esos peces de colores, las algas más curiosas, los cangrejos más simpáticos, las conchas más comilonas, las gaviotas más juguetonas. Todo en el mar es precioso, e incluso la puerta violeta que encontramos al otro lado de las Rocas Verdes. ¡Sí, la puerta violeta también estaba allí!

Al principio no la vi, y de hecho, casi me tropiezo con ella. Lo menos que me podía imaginar es que la iba a encontrar en ese lugar. Y me di cuenta porque de repente Canelo se puso a ladrar, y yo no sabía a qué, con qué o con quién estaba enfadado, hasta que me fijé bien, y la vi. ¡No me lo podía creer!, pero allí estaba.

Cuando la vi me entraron dudas, porque le había prometido a mi padre que siempre le diría dónde iba a estar si me marchaba de aventura, porque él sabía que buscaría la puerta violeta. Pero esta vez no lo había hecho, la puerta me había encontrado a mí, no yo a ella. Pensé y pensé, y volví a pensar otra vez, sobre lo que debía hacer o no. En realidad lo sabía, pero no me hice caso, y entré.

Cerré los ojos, y atravesé la puerta, y esta vez me aseguré de dejarla abierta, un poquito, colocando una piedrecita para que hiciera de tope. Quería asegurarme que encontraría la salida a mi vuelta.

Cuando abrí los ojos, tardé un rato en ver algo. Estaba todo oscuro, y cuando mi vista se adaptó al lugar, me fijé en que estaba en un sitio que resbalaba, pero que era muy suave al mismo tiempo. Intenté caminar, pero volvía al mismo sitio. Era como un gran tobogán. Pero claro, lo que al principio me resultó divertido, dejó de serlo al rato, porque notaba que no avanzaba hacia ningún sitio.

Poco a poco aquel lugar dejó de ser tan oscuro, y lo que parecían ser las paredes, resultaron ser brillantes. Reflejaban una luz que venía del exterior, y traían hasta mí el rumor del mar. Tenía lógica, porque lo último que recuerdo antes de entrar es que estaba nadando alrededor de las Rocas Verdes. Por cierto, ¿dónde estaban mis gafas, mi tubo y mis aletas?

Hasta ese momento no me había fijado, pero es que hasta ese momento no me habían hecho falta. El lugar donde estaba se movió, y parecía que se había dado la vuelta. Y digo parecía porque aparentemente todo estaba igual, yo seguía resbalando hacia el centro. Pero algo había cambiado. Ahora la luz no entraba por arriba, sino por un lado. Y además de luz, empezaba a entrar agua.

¡Oh, dios mío, agua! Muy poquito a poco, es verdad, pero agua al fin y al cabo. Por eso me acordé de mis gafas, mis aletas y mi tubo. Si las hubiera tenido no me habría entrado tanto miedo. Podría ir nadando hasta ese sitio por el que entraba la luz. Pensándolo bien, puedo hacerlo también, con un poco más de esfuerzo, pero, ¡lo conseguiré!

Pero la verdad es que no hizo falta. A medida que iba entrando el agua, aquello se fue girando otra vez, y nos movimos hacia el otro lado. Todo, el agua y yo. Y nos precipitamos hacia la luz. Nos acercamos a ella, y yo pensé que me iba a quemar, o algo así. Pero no. Resultó que la luz era la salida.

Claro, como esta vez fui precavida, había dejado la puerta abierta. ¿Pero de dónde estaba saliendo? Antes de que esa luz lo inundara todo y me obligara a cerrar los ojos, pude lanzar una última mirada hacia atrás, y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que estaba saliendo del caparazón de una caracola. Después, vuelta a la oscuridad.

Cuando abrí los ojos otra vez, Canelo me estaba dando lametazos, y mi padre me miraba, con una mezcla de enfado y emoción. Enfado porque no le había avisado. Y emoción porque estaba bien, no me había pasado nada.

Tras abrazarme, me hizo prometerle que nunca más lo haría, que no me marcharía sin avisar. Y le dije que así sería. Pero que en realidad lo había hecho, no me había portado mal del todo, porque cuando me marché de la playa, cuando empecé a nadar con Canelo, les avisé. A mi padre no le quedó más remedio que echarse a reír y darme la razón.

Pero, ¿y por qué estaba allí entonces?, ¿cómo sabía dónde encontrarme?

Su respuesta fue: “Espero que sepas corresponder a tu perro con el cariño que se merece, porque al ver que habías desaparecido, me vino a buscar y me trajo hasta aquí. Y no sé quién estaba más nervioso y preocupado por ti, si él o yo”.

Los abracé a los dos, y volvimos nadando a la playa. Había sido un día lleno de emociones, y estábamos muy cansados. Así que después de la merienda, y de ver el atardecer, pusimos rumbo a casa. Esa noche, cuando me dormí, soñé con nuevas aventuras.

Bueno, a mi Pez y a mis niños queridos les deseo que tengan un feliz descanso y dulces sueños.

A los papis, y a todos aquellos que tengan pequeños a su alrededor, celebren cada dia su presencia, porque cada niño es un angel que merece ser querido y mimado. 

Besitos y buenas noches
  

sábado, 11 de octubre de 2014

Tú sí que eres un tesoro...

A Clemen..


Conozco a una dragona peleona como ella sola. Se aferra a su tesoro y lucha por él de una forma heróica. A veces se cansa, y ahí entramos l@s que la rodeamos, aunque sea desde reinos muy lejanos, y le animamos a que se llene de energía de nuevo para seguir iluminando con su fuego a todo aquel que lo necesita.

En realidad conozco a más dragon@s, que en la actualidad mantienen unas duras batallas contra un bichito que quiere hacerles mucha pupa; pero ell@s están poniendo todos los medios que conocen a su alcance: alas, escamas, garras, dientes, llamas... Vamos, las armas con las que cuentan todos los dragones del mundo.

Y como de dragones estoy hablando hoy, les voy a recomendar una obrita de teatro que me ha cautivado. Se llama El tesoro del dragón, de Rafael Ordóñez Cuadrado, e ilustraciones muy divertidas de Violeta Monreal. El librito, que está pensado para criaturitas a partir de 8 años, fue publicado por Alfaguara Infantil en el año 2007, y goza de muy buena salud, porque se sigue editando hoy en día.


¿Saben por qué he encontrado especial esta historia? Por varias razones. Para empezar, el dragón es una dragona. Los príncipes que pretenden acabar con ella no le llegan ni a la suela del zapato. Y porque quien descubre el tesoro de nuestro ser alado es una princesita poco corriente, nada convencional.

Y no le tengan miedo por el simpre hecho de tratarse de una obra de teatro. Es muy amena, se lee genial, y resulta entretenida. Les animo a que se la lean a sus niños queridos, porque tal y como dice el autor del relato: 

"Sí, teatro. Teatro, teatro, teatro... La mejor manera de disfrutar con los amigos, con la familia y con los libros." 

Bien, pero vuelvo a mi dragona, a la que tengo en mi vida real, a la que se enfrenta cada día a una guerra tremenda contra un monstruo llamado cáncer. Sé que la palabra ya da miedo de por sí, y puede hacernos poner los pelos de punta solo con escuchar esas seis letras.

Sí, no lo niego, asusta, pero vamos a darle una vuelta a la tortilla. Un giro pensando en los pequeños de la casa. Porque sí, ellos también forman parte de la familia donde esa palabra entra un buen día por la puerta, por la ventana, por las cocina. Y si bien hay que presentarles la nueva situación de una manera adecuada para sus edades, creo que no hay que disfrazar ni enmascarar la realidad. Simplemente maquillarla un poquito. 

He encontrado una iniciativa preciosa, delicada y muy tierna. Se llama El album de mamá y nos cuenta la historia de Mateo, un pequeño cuya mamá se pone malita, y gracias a un buen amigo, se las ingenian para transformar los malos momentos en recuerdos bonitos e inolvidables.

Se trata de una publicación que nace de la mano de la empresa Novartis, y gracias a unas ilustraciones preciosas, hace que nos demos cuenta de que la imaginación de nuestros niños queridos es una medicina poderosísima, y que en en las malas situaciones como puede ser el enfrentarse a una enfermedad como el cáncer, ésta sigue volando y floreciendo.


Bueno, mi dragona Clemen, esta entrada va por ti, por tu lucha, por tus guerras, por tu ejemplo, por tu fuerza. Sólo espero que esa armadura que tienes te siga protegiendo toda la vida, y que nos hagas un huequito en ella cuando nos falte calorcito en el alma, en el corazón.

Para ti, y para tod@s l@s peleones, ÁNIMO, la batalla es dura, pero se puede vencer. Y no olviden proteger con sus llamas también a sus niños queridos. Ellos, a su modo, también pelean con ustedes. No lo olviden.

Para finalizar, una canción que también he descubierto hoy, buceando por ese planeta misterioso llamado Internet. Se trata de un tema llamado Mujer de las mil batallas, compuesta por Manuel Carrasco, y dedicada a la lucha contra el cáncer.



Besitos

PD: Vuela muy alto, mi queridísima dragona, que tus alas pinten en el cielo los más hermosos amaneceres, y que tu fuego nos acompañe por siempre en cada atardecer.

Me siento orgullosa de haberte tenido en mi vida, siendo un ejemplo de lucha y fortaleza. 


Descansa en paz Clemen. 


Te querré siempre


13-05-2015

viernes, 14 de febrero de 2014

Mensaje a una estrella

Hoy te voy a contar un cuento que he encontrado en mi pequeña librería de tesoros. En cuanto he dado con él he pensado en ti, en mi iusión, en mi esperanza. No sé si habrá sido casualidad, aunque no crea mucho en ellas, pero el relato se me apareció como por arte de magia precisamente el día en que me dieron una mala noticia relacionada contigo. 

Ya me habían dicho que el proceso iba a ser difícil, y creía estar preparada para todo. Pero cuando me comunicaron que llegar a ti podría ser imposible por cuestiones económicas me disgusté, y mucho.

¿Sabes? En un primer momento me vine abajo. Podría mentirte y decirte que me repuse sobre la marcha, pero no fue así. Estuve triste, sí, pero ya me he puesto las pilas de nuevo, y esta misma mañana he estado peleando para dar con la fórmula adecuada para tenerte a mi lado. No sé si lo conseguiré. No sé si quien debe juzgar que mis finanzas son las idóneas verán los pasos dados hoy como positivos. No sé si tendré que renunciar a ti por estos motivos. Lo que sí sé es que voy a luchar con todas mis fuerzas por ti.

Puede que ahora entiendas mejor esta historia que voy a compartir contigo, y por qué me emocionó cuando la leí precisamente el día en que sin concocerte te quise aun más.

Se trata de un relato que está incluido dentro de una colección llamada Cuentos para soñar, sueños para contar, publicado por el Grupo Editorial Bruño en el año 2003. 


Cada uno de estas historias está escrita e ilustrada por un autor diferente. El nuestro, el que compartiré hoy contigo está escrito por Massimo Mostacchi, y tiene unos dibujos preciosos de Mónica Miceli. Se titula "Adoptar una estrella" y espero que te guste tanto como a mi. 

Vamos allá...

Adoptar una estrella

En un pueblo no muy lejos de aquí viven Ernesto y María, una pareja de jóvenes esposos. En  las noches de verano, en lugar de ver la televisión, se sientan a la puerta de su casa para contemplar el cielo estrellado. De repente, en el cielo se destaca una estrellita que cae velocísima hacia la Tierra. María coge la mano de Ernesto y le dice:
-Rápido, pide un deseo. Pero no digas cuál es porque, si no, no se cumplirá. 
Abrazados, María y Ernesto observan la estrella que cae.
Por la mañana, despues de un abundante desayuno, Ernesto sale a trabajar a los campos. Está satisfecho con su vida y por eso todo le parece más fácil. 

En la era, los animales esperan impacientes a que llegue María con la comida. Hoy, sin embargo, la rodean inquietos: parece que quieren llevarla a alguna parte...
María les sigue, curiosa. Todos juntos salen de la era y atraviesan un campo, despues una colina, luego un camino arbolado. Cuando María ya está cansada de caminar y decide volver a casa le parece ver algo que se mueve suavemente entre los matorrales. Con el corazón latiéndole muy deprisa, se aproxima a un claro y allí ve a una bellísima niña dormida. 


A su regreso, Ernesto se siente muy feliz al ver a la niña, pero también se muestra preocupado.
-¿De dónde vendrá? ¿Quiénes serán sus padres? ¿La estarán buscando?
María no se hace tantas preguntas. Le basta con tenerla consigo.
-Intentaremos averiguar de dónde ha venido antes de quedárnosla para siempre, dice sonriendo a la niña, que se ha quedado dormida entre los brazos de Ernesto.
Muy temprano por la mañana, Ernesto y María se ponen en camino. Han decidido visitar todos los pueblos vecinos. De pueblo en pueblo, Ernesto pregunta:
-¿Sabéis quién es esta niña? ¿Conocéis a sus padres?
Pero nadie sabe nada ni puede responderles. Por la tarde, Ernesto y María regresan a casa.
-La niña se queda con nosotros -decide Ernesto, satisfecho.
-Se llamará Estrella -dice María, tranquila por fin.
Estrella crece feliz y parece estar dotada de un encanto especial. En sus fantasías, todos los seres de la naturaleza son sus compañeros de juegos.
Ernesto y María cada día la quieren más, y han dejado de preguntarse de dónde ha venido. Estrella es, ahora y para siempre, su niña adorada. Saben que la noche en que vieron una estrella fugaz, los dos desearon tener una hija, y que este deseo se ha cumplido. 
Mientras tanto, en el cielo, reina una gran confusión. Las estrellas se dan cuenta de que falta una y deciden bajar a la Tierra para buscar a la estrellita perdida. Con las primeras luces de la mañana exploran los montes, el mar, las ciudades y los pueblos, pero su brillo se hace cada vez más pálido. Después de tanto buscar y buscar parece que la estrellita se ha desvanecido sin dejar rastro. 
Desilusionadas y tristes, las estrellas deciden volver al cielo, pero ..., de pronto, descubren una lucecita que procede de una niña que juega alegremente con su balón. 
-¡Esa es nuestra estrellita! ¡Es ella! ¡Es ella! -susurran temblando de emoción.
Las estrellas siguen a la luz hasta el jardín de la casa de Ernesto y María. Cuando los padres abrazan a Estrella, las pequeñas luces giran alrededor de ellos. Y se dan cuenta del gran amor que les une. ¿Cómo podrían arrebatar la niña estrella a unos padres que la quieren tanto?
Ya ha oscurecido y las estrellas vuelven a brillar en el cielo. 


Cada año, regresarán para ver a su estrellita y para proteger a otras frágiles luces que brillan en la Tierra.

Fin

Espero que te haya gustado, mi sueño. Te mando un beso al cielo. Mi Pez Volador lo cuidará hasta que yo te lo pueda dar a ti. 

Y más besos a todos mis niños queridos, a los que conozco y a los que esperan en el mundo a que alguien los convierta en las estrellas del firmamento de sus vidas.

¡Hasta pronto!  

sábado, 21 de diciembre de 2013

Una sonrisa por Navidad

A doña Pilar


Cada año, cuando llegan estas fechas, se nos invita a sacar del armario nuestra mejor sonrisa. Y si no la encontramos, debemos hacer el esfuerzo y buscarla bien. ¿Seguro que no hay una en el cajón de los calcetines? Mejor miramos en la nevera. ¡¡Sí, esa, la que escondiste en el congelador!! Sácala, ponla un ratito al sol, y cuando esté calentita, te la colocas.


¿Por qué? Muy sencillo. Porque seguramente a nuestro alrededor hay alguien que no lo está pasando bien. Por esa persona debemos hacer el esfuerzo. Y se los aseguro, merece la pena.

Estos días he tenido que acudir a un hospital a acompañar a un familiar a someterse a un tratamiento un tanto durillo. En ese lugar, mientras esperaba, veía caras, gestos, miradas, lágrimas. Detrás de cada compañero de sala mi imaginación le regalaba una historia. Y ellos a mi. Y de entre todos, me quedo con una pareja entrañable.

Ella acudía cada mañana a recibir su medicina mágica. Así se lo explicó su esposo a una nieta que acudió con ellos el último día que los vi. ¿Y saben qué? Efectivamente esa medicina debía ser mágica, porque con la sonrisa de doña Pilar se iluminaba todo el pasillo. Incluso, me daba la sensación que las bolas del árbol que allí había brillaban aun más cuando ella salía por la puerta.


Árbol de Navidad del pasillo de Radiología del Hospital Doctor Negrín, Gran Canaria

Con gestos tan sencillos como esos un mal trago se puede disfrazar y convertirse en un regalo. Y amigos, estamos en la mejor época del año para hacer ese tipo de ofrendas. El consumismo nos está engullendo, y sí, todos picamos. Pero recuerden que en las pequeñas cosas, en los momentos compartidos con amor y con cariño está la verdadera Navidad. Ese es el espíritu que debemos transmitir a nuestros niños queridos.

Así que aunque cueste, porque cuesta, cuando salgan a la calle, píntense una sonrisa en el rostro. Repártanla gratis, porque sí, porque podemos dar calorcito a un corazón triste, porque alguien la puede necesitar, porque podemos poner un arco iris en el cielo de quien llueve, de quien llora.

Por eso, para ti, para mi, una sonrisa por Navidad...


Mi Pez Volador y yo les mandamos un saquito de besos y les deseamos una Feliz Navidad.

P.D.: Gracias también a las sonrisas regaladas por el personal del Hospital Doctor Negrín, concretamente a los de la Unidad de Radiología. Ellos sí que saben hacer esa clase de regalos que ni se compran ni se venden con dinero.

jueves, 24 de octubre de 2013

La naturaleza y sus raíces

A Jimena

Creo que hay personas que están ligadas profundamente a la tierra. Abrazar a uno de estos seres es como abrazar a un árbol. Notas su sangre como la savia. Sus brazos son ramas que te transmiten toda la fuerza del sol, la magia de la luna, los secretos de las estrellas. 

Tengo la inmensa suerte de conocer a una de estas personas, y doy gracias a los elementos por haberla puesto en mi camino, y lo más importante, mantenerla en la senda de mi vida.

Bien, pues ella, ahora más que nunca, está llena de energía. Y no es para menos, porque en estos momentos están creciendo en su interior las más profundas raíces, aquellas que, si cabe, la mantendrán ligada a la naturaleza de por vida. Porque, ¿qué hay más natural que el milagro de la creación?



Bien, pues quizás por casualidad, quizás por azar, hace aproximadamente un mes me encontraba dando un paseo por uno de los muchos lugares de Madrid que me encantan. La Cuesta Moyano es una calle en la que se guardan y venden auténticos tesoros. Los amantes de los libros tienen, tenemos ahí un oasis en el que nadar, bucear y encontrar joyitas. 

Como digo, iba en busca de literatura infantil especial, de esa que tanto me gusta y que les voy presentando en cada nueva entrada de mi Pez; y en uno de los puestos encontré una edición de 1964 de El libro de la selva, del autor británico Rudyard Kipling. Los dos volúmenes están muy bien conservados, y pertenecen a una publicación de El Círculo de Lectores.

                            

Cuando los tuve en las manos, casi como un flash, me vino a la cabeza la persona de la que estoy hablando hoy. ¿Y por qué?; porque ella es naturaleza en estado puro, y estos cuentos, porque nacieron con ese espíritu, son también naturaleza, selva, valores, sentimientos. Vida, al fin y al cabo.

Como decía, Kipling ideó esta obra como una serie en la que cada capítulo era independiente del anterior, aunque llevara una historia continuada detrás. Narra la vida de Mowgli, un niño perdido en una selva de India, y que es criado por una manada de lobos. Con ellos, y con el resto de habitantes de ese rincón del planeta, crecerá feliz y respetando tanto a los animales y plantas que le rodean como a los humanos, esa raza a la que él pertenece y que le volverá a acoger tras un sin fin de aventuras.

Esta fue la portada de la primera edición, de 1894, que a modo de curiosidad les apunto que fue diseñada por John Lockwood Kipling, padre del escritor:


Hoy, 24 de octubre, Día Internacional de la Biblioteca, me siento feliz porque he contribuído a que la de ELLA se llene de un pedacito de selva, de tierra, de naturaleza. Tal y como le he dicho, este libro es para que lo lea junto a su retoño. Y va a tener que emplearse a fondo, porque no tiene ilustraciones, así que la pequeña va a desarrollar su imaginación de la mano y la voz de su mamá.

A todos ustedes, le animo a que disfruten de lecturas como ésta junto a sus niños queridos. Ellos aprenderán a respetar el medio natural de una forma divertida y amena, y las lecciones morales que saquen de estas páginas podrán transmitirlas cuando sean mayores.

Hoy me despido con un temita de la película de 1960 con la que Walt Disney rindió tributo al británico ganador del Premio Nobel de Literatura.


 Besos vitales y abrazos de oso para todos...