Cada
año, cuando llegan estas fechas, se nos invita a sacar del armario
nuestra mejor sonrisa. Y si no la encontramos, debemos hacer el
esfuerzo y buscarla bien. ¿Seguro que no hay una en el cajón de los
calcetines? Mejor miramos en la nevera. ¡¡Sí, esa, la que
escondiste en el congelador!! Sácala, ponla un ratito al sol, y
cuando esté calentita, te la colocas.
¿Por
qué? Muy sencillo. Porque seguramente a nuestro alrededor hay
alguien que no lo está pasando bien. Por esa persona debemos hacer
el esfuerzo. Y se los aseguro, merece la pena.
Estos
días he tenido que acudir a un hospital a acompañar a un familiar a
someterse a un tratamiento un tanto durillo. En ese lugar, mientras
esperaba, veía caras, gestos, miradas, lágrimas. Detrás de cada
compañero de sala mi imaginación le regalaba una historia. Y ellos
a mi. Y de entre todos, me quedo con una pareja entrañable.
Ella
acudía cada mañana a recibir su medicina mágica. Así se lo
explicó su esposo a una nieta que acudió con ellos el último día
que los vi. ¿Y saben qué? Efectivamente esa medicina debía ser
mágica, porque con la sonrisa de doña Pilar se iluminaba todo el
pasillo. Incluso, me daba la sensación que las bolas del árbol que
allí había brillaban aun más cuando ella salía por la puerta.
Árbol de Navidad del pasillo de Radiología del Hospital Doctor Negrín, Gran Canaria |
Con
gestos tan sencillos como esos un mal trago se puede disfrazar y
convertirse en un regalo. Y amigos, estamos en la mejor época del
año para hacer ese tipo de ofrendas. El consumismo nos está
engullendo, y sí, todos picamos. Pero recuerden que en las pequeñas
cosas, en los momentos compartidos con amor y con cariño está la
verdadera Navidad. Ese es el espíritu que debemos transmitir a
nuestros niños queridos.
Así
que aunque cueste, porque cuesta, cuando salgan a la
calle, píntense una sonrisa en el rostro. Repártanla gratis, porque
sí, porque podemos dar calorcito a un corazón triste, porque
alguien la puede necesitar, porque podemos poner un arco iris en el
cielo de quien llueve, de quien llora.
Por
eso, para ti, para mi, una sonrisa por Navidad...
Mi Pez Volador y yo les mandamos un saquito de besos y les deseamos una Feliz Navidad.
P.D.: Gracias también a las sonrisas regaladas por el personal del Hospital Doctor Negrín, concretamente a los de la Unidad de Radiología. Ellos sí que saben hacer esa clase de regalos que ni se compran ni se venden con dinero.