Muchos de nuestros niños queridos empiezan estos días sus clases. La aventura del saber está a punto de dar el pistoletazo de salida y es el momento de infundirles el ánimo suficiente para que aprovechen cada nuevo conocimiento. Papis, abuelos, familiares, amigos, paciencia y mucho ánimo, que el curso escolar es largo.
Este hecho me recuerda un libro que tengo en mi biblioteca particular, y que fue publicado por Ediciones Junior, del Grupo Editorial Grijalbo. Se trata de "Vamos al colegio", de 1975, con texto de Ute Anderson, e ilustraciones de Barbara von Johnson.
Narraba los nervios y las vivencias de unos chiquill@s en su primer día de cole. Reconozco que mi ejemplar está muy gastadillo, porque en casa lo leimos, ojeamos y remiramos cientos de veces.
En esta foto se pueden ver las marcas de mis hermanas y mías, de lo que nos entreteníamos con sus dibujos al detalle.
Mi clase nunca fue así, ni mis compañeros tampoco, pero al menos a mi me gustaba imaginarme sentada en una de esas sillas, en uno de esos pupitres, observando a mis amiguitos haciendo de las suyas.
Como siempre, me gusta ofrecer la posibilidad de adquirir el ejemplar del que hablo. Ya se podrán imaginar, dado los años de su publicación, que el libro está descatalogado. Pero se puede compar en portales de segunda mano como éste:
Estos días retomo una nota que escribí hace unos dos años en Facebook, y que hablaba de la venta de una casa muy especial. En ella viví muchas cosas de la mano de uno de los seres más entrañables que han pasado por mi vida: mi abuela Lola.
"Normalmente la venta de una casa es sinónimo de alegría para los propietarios, sobre todo si el inmueble lleva bastante tiempo con carteles en sus ventanas, con anuncios en inmobiliarias, y con el boca a boca ya agotado.
Por un lado, es un alivio, sin duda. Pero por otro, y sobre todo cuando hay una gran carga emocional de por medio, supone un nudo en el estómago difícil de explicar.
Estos días estoy viendo una publicidad en la televisión que habla de un “banco de recuerdos”, y eso me ha hecho pensar en esta casa en particular. Podría hablar de cómo en ella me enteré de que los Reyes Magos eran los padres (bueno, en mi caso, padres, tíos, abuelos, etc.), porque espié a través de una ventana del pasillo, que daba a un cuarto donde se iban almacenando los regalos, y donde los mayores hablaban de ello con una aparente total intimidad.Podría hablar del apaño que me hizo mi abuela en una de mis primeras reglas (la casa está cerca de mi colegio), y acudí a ella porque no sabía qué hacer. Podría hablar de cómo me escondí/encerré en uno de los cuartos, en un arranque de dramatismo pre adolescente cuando suspendí un montón de asignaturas en 6º de E. G. B., y no quería ir a mi casa (nunca fui buena estudiante, y empecé a catear pronto).Podría hablar de cómo me subía a una de las sillas de la cocina para alcanzar una caja que estaba en una alacena, y en la que siempre había dulces y galletas. Incluso podría hablar de uno de mis últimos recuerdos vinculados a ese salón: mi padre pelando langostinos, y mi abuela, con un dedito travieso, se los iba poniendo en su plato. Fueron las últimas navidades de los dos.
Debo reconocer que soy una persona muy apegada a sus recuerdos, y que eso no siempre es bueno, porque me ata a un pasado que ya no existe. Estos días se me acumulan cientos de esos recuerdos en la cabeza. ¿También se van a vender? ¿Existe una cláusula especial en los contratos de compra/venta donde vengan contemplados? ¿Entenderá el notario que no es una casa cualquiera? Sí. No. No.
Sólo espero que pronto haya otros niños deslizándose por la barandilla de la entrada; que haya otra abuela saludando desde el balcón; que se guarden secretos entre sus paredes; que proporcione felicidad a los nuevos propietarios.
Ahora tengo que ser yo la que se despida de ella, y asumir que es el cierre definitivo de una etapa, de un ciclo."
Rescato estas letras porque la semana que viene, esa vivienda pasará a manos de otra propietaria, y sí, el hecho me pone un poco nostálgica. Sé que mis recuerdos vinculados a ella, a la casa de mi abuela, vivirán siempre conmigo, y tendrán un hueco muy especial en mi corazón.
Ésto me lleva a un libro que ya está descatalogado, pero que es un fiel reflejo del cómo me sentía allí:
Se trata de una joyita escrita e ilustrada por Juan Ferrandiz Castell, y que fue publidaca por Edigraf ni más ni menos que en 1975. Cómo he comentado antes, esta obra ya se encuentra descatalogada, pero he encontrado una página a través de la cual se puede comprar: Iberlibro
En fin, mi Pez Volador y yo nos vamos ahora a jugar un ratito con mi abuela. Porque que no esté físicamente no significa que no viva en mi y en mi presente.
Les deseo que si son nietos, o abuelos, se quieran mucho, y que transmitan a sus niños queridos el amor por esos seres mayores que tantas cosas nos aportan.
Este mes he dado uno de los pasos más importantes de mi vida. Por fin creo estar preparada para empezar a tejer mi futuro junto a una criatura que posiblemente no haya ni siquiera nacido, pero aun así, ya es real en mi cabeza, y lo que es más importante, en mi corazón.
Pues sí. El martes 9 de julio a mis pensamientos les crecieron las alas de la esperanza, de la ilusión. Acudí a una reunión informativa, donde se disiparon muchas dudas, y nacieron otras nuevas. Pero estoy contenta, porque ya he subido el primer escalón de muchos que vendrán.
Asusta la cantidad de papeles que hay que rellenar, los numerosos documentos que hay que leer. La información que tengo que procesar es inmensa. Pero, ¿quién dijo miedo? Además, ya me han advertido que el recorrido es muy largo, así que es el momento de ponerme a prueba, y sobre todo, mi paciencia, porque el día que en el mundo se hizo el reparto de esta cualidad, a mi me dejaron fuera.
¿Y por qué ahora? Bien, todo tiene su explicación: hace años me prometí a mi misma que si conseguía mi plaza como funcionaria, iniciaría un expediente de adopción. Quien bien me conoce sabe que he pasado por unos baches tremendos hasta llegar a donde estoy, sobre todo altibajos emocionales que me hacía dudar acerca de presentarme o no a las oposiciones. Finalmente rompí las barreras mentales autoimpuestas, y me aventuré, me lancé a la piscina.
El resultado, éste:
A principios de julio, casi coincidiendo con mi cumpleaños, se celebró el acto de la toma de posesión: ¡¡ya soy, oficialmente, funcionaria!!
Y tras ésto, por fin, estoy en disposición de decir que mi proyecto vital se amplía.
Ya iré contando cómo me van las cosas. Y siempre que lo haga, será mediante este color, el verde esperanza. Por lo pronto, me encuentro reuniendo documentación. Si todo va como espero, presentaré los primeros papeles en el mes de septiempre, y será entonces cuando todo empiece realmente a caminar. Al menos de forma oficial. Espero que la magia de mi Pez Volador convierta mis anhelos en palabras de ilusión. Al fin y al cabo, ésto es por y para mis niños queridos y los de ustedes. Y cuando por fin tenga a mi pequeñ@ a mi lado, podrá leer a través de este Diario sus cómo o sus por qué. Gracias por dejarme compartir esta "peasso de novedad" con todos. Besos y más besos. P D: Como soy novata en estas lides, estaré encantada de recibir todo tipo de consejos y ánimos varios. Como se diría en el país del que vendrá mi pequeñ@ (o al menos eso es lo que asegura el traductor de Google): फिर, तुमबहुतज्यादा है औरकई चुंबनधन्यवाद, o lo que es lo mismo, "Una vez más, muchas gracias y muchos besos". En cuanto al país, más datos próximamente...
Hola mi pequeño, ¿qué tal estás? Hola Paz. Pues muy bien, jugando sin parar, ahora que no tengo cole.
Vaya, qué suerte tienes. Bueno, espero que estés disfrutando. Pero oye, amiguito, quiero que no te olvides de una cosa muy importante, al menos para mi.
¿De qué se trata?, ¿tengo que hacer deberes? ¡Si lo aprobé todo!
Nooo, eso no. Lo que te pido es que no te olvides de leer un poquitín cada día. Yo te ayudaré, te ofreceré libros chulos, y si quieres, lo haremos juntos. Hay un sin fin de amigos que te están esperando detrás de cada palabra.
¡Uaalaa!, a estos los conozco. Jo, Paz, claro que leeré un ratito todos los días. Y tú también, conmigo, juntitos. ¿Me lo prometes tú a mí?
Por supuesto que te lo promete. Venga, vamos con el momento lectura de hoy. ¿Preparado?
Síiii.
Genial. Pues vamos con una nueva aventura de La Princesa Colorines.
LA PROHIBICIÓN
Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis
historias.
A menudo me pregunto el por qué
de muchas cosas. Por ejemplo, ¿por qué tengo el pelo naranja?, ¿por qué los
ojos de mi padre son verdes?, ¿por qué Canelo tiene las orejas largas y
peludas?, ¿por qué mi madre canta tan bien? En fin, cuando alguna de estas
preguntas viene a mi, me siento a pensar mucho rato, y cuando no encuentro
ninguna respuesta, bajo a la biblioteca, donde siempre está mi abuelito Faro Azul,
y me ayuda a buscar las respuestas en lo libros.
Tenemos muchos, libros, quiero
decir, no abuelitos.
Grandes, pequeños, delgados, muy
muy gordos. Con dibujos o sin ellos. Pero lo más importante es que mi abuelito
los conoce todos, y siempre me dice que los libros son nuestros amigos, y que
ellos nos enseñan muchas cosas, siempre y cuando estemos dispuestos a leer
atentamente, y a dejarnos llevar por su magia.
Bueno, y debo decir que Canelo
también tiene libros. Libros blanditos, para que él pueda pasar sus páginas, y
que están escritos en el lenguaje de los perros. Sí, el “guauñol”. A veces,
cuando él está leyendo, me pide que le ayude, y lo hace siempre igual.
Se pone de espaldas al libro, y
con su rabo me señala lo que no entiende. Y yo, que le quiero mucho, le digo
qué pone. Claro, es que yo se hablar, leer y escribir también el guauñol. Me
enseñó mi abuelo, que lo aprendió de su padre, y su padre de su padre. Y todo
para poder comunicarnos mejor con nuestras mascotas.
Y no es casualidad que Canelo sea
hijo de Marrón, el perro de mi padre. Y Marrón, hijo de Oscurita, la mascota de
mi abuelo.
Lo gracioso es que en la
biblioteca están colgados los retratos de mis antepasados, y todos fueron
pintados junto a sus perros. Algún día yo también tendré un cuadro aquí, y en
él estaremos Canelo y yo, juntos, como siempre.
Pues un día, corrí desde mi
cuarto hasta la biblioteca, buscando a mi abuelo, porque tenía una pregunta muy
importante que hacerle.
-Abuelo, abuelo, ¿dónde estás?
-Abuelito, ¿estás en la
biblioteca?
Abrí despacio la puerta, y asomé
la cabeza. Pero ahí no estaba, no había nadie. Entré sigilosamente, y cuando
fui a encender la luz, ¡ay, que susto más grande me llevé! Mi abuelo me cogió
en volandas, y me dijo:
-¡Ajá, te pillé!
Es verdad, siempre estay dándole
sustos a mi abuelo, y me escondo a propósito para que tenga que encontrarme, y
me disfrazo de fantasma, y le cambio sus cosas de lugar a propósito.
Cuando hago algo de esto, siempre
me dice muy serio:
-Pequeña, algún día te pillaré yo
a ti, ya lo verás.
Y desde luego, hoy lo hizo.
Cuando me tenía en brazos, me dio
dos besos en los mofletes, me miró fijamente, y me preguntó:
-A ver, cariño, ¿qué pregunta
tienes hoy para mi?
Y yo, directamente, le dije:
-Abuelo, ¿por qué papá y mamá me
tienen prohibido atravesar el río?
Me dejó en el suelo, me cogió de
la mano, y nos sentamos, uno al lado del otro, en el sillón que está junto a la
ventana. Canelo también se sentó, pero no en el sillón, sino en la alfombra que
estaba delante.
Entonces mi abuelo me dijo:
-Creo que ha llegado la hora de
que conozcas la historia.
“Verás. Hace muchos años, cuando
tu papá era un niño más o menos de tu edad, se fue de paseo con su perro
Marrón. Los dos salían todos los días, hiciera frío o calor. Igual que haces tú
con Canelo, o igual que hacía yo con Oscurita.
Lo cierto es que un día, como te
digo, salió, pero no volvió. Ni ese día, ni el siguiente, ni el otro.
Imagínate lo preocupados que
estábamos todos. Salimos a buscarle. Fuimos por todas partes. Nos ayudaron los
vecinos, todos y cada uno estuvimos día y noche caminando por todas partes,
pero no lo encontramos. Fuimos a la playa, cruzamos el río, recorrimos palmo a
palmo el bosque, y nada. No había rastro ni de él, ni de Marrón.
Al tercer día, cuando por fin
conseguí quedarme dormido, noté como alguien me daba un beso en la frente, y me
susurraba al oído:
-Buenas noches, papá. Ya estoy en
casa.
Abrí lo ojos, y ahí estaba, de
pie, a mi lado. Se notaba que estaba cansado, así que lo cogí en brazos, lo
abracé muy fuerte, lo llevé a su cama, lo arropé, y esperé a que se durmiera.
Al día siguiente, lo vi bajar las
escaleras, y cuando me vio, se acercó y me dijo:
-Lo siento, papá. Pero te prometa
que no fue culpa mía, fue de la puerta violeta”.
Cuando mi abuelo nombró la puerta
violeta, me puse muy nerviosa, porque yo también sabía dónde estaba esa puerta.
Lo que no me podía imaginar es que mi padre también.
Entonces mi abuelo me contó que
mi padre le había dicho que había resbalado con una piedra, en el río, y se
hizo una herida muy fea. Como estaba un poco lejos de casa, creyó que era mejor
esperar un poco a que dejara de dolerle la rodilla.
Pero hacía calor ese día, así que
fue al bosque, a buscar algo de sombrita. Y allí, entre los árboles encontró
una extraña puerta, que según tu padre, estaba un poco abierta. Así que entró
sin más, pensando que daría con un lugar fresco.
Tu papá nunca me ha contado lo
que pasó al otro lado de la puerta, pero eso sí, me dijo que alguien le ayudó,
que le curaron la herida, que dieron de comer y beber a Marrón, y que le indicaron
el camino de vuelta, la salida de ese extraño lugar que parecía un hospital.
¿Un hospital?, pregunté yo.
“Sí, un hospital. Eso es lo que
nos contó tu papá.
Tu abuela y yo nos asustamos
tanto, que no queríamos que eso volviera a ocurrir. Así que le prohibimos que
atravesara el río, porque sabíamos que si no lo hacía, no llegaría al bosque, y
no daría con esa puerta, y no desaparecería durante tres días.
Y por eso él también te lo ha
prohibido a ti, para que no te pase nada”.
Ahora que conocía la verdad, no
sabía qué hacer, si volver al bosque, o hacer caso a todos.
Y mientras pensaba y pensaba, vi
a mi padre en el jardín.
Me acerqué a él. Le di un beso.
Le abracé y le guiñé un ojo.
Y cuando me preguntó que por qué
le había guiñado el ojo, yo le dije:
-Perdóname, papi, pero yo también
encontré la puerta.
Él me sonrió, y me dijo:
-Ya lo sabía.
FIN
¿Te ha gustado, cariño?
¿Gustado? No, me ha encantadoooo. ¿Me dejas que me lo lleve a la playa y se lo lea a mis amiguitos?
Claro que sí. Un besito para ti, y otro para nuestros niños queridos.
Te dejo con una divertida canción veraniega de Ross Lynch, llamada "Na, Na, Na (The Vacation Song)".
Escribí el post sobre la Educación Vial, el de Aprender jugando, y se me fue el santo al cielo. Claro, como aun estaba emocionada con las cariñosas palabras de profesores y alumnos, incumplí una promesa. Pero que conste que no fue a propósito.
Vale, pues aquí va la solución al enigma que planteé cuando hablé del libro Manual de los jóvenes castores. Bueno, corrijo, el reto que le propuse a mi pez para que jugara con sus amiguitos en caso de que haga mal tiempo cuando esté De campamento.
Era éste, ¿lo recuerdan?:
Venga, preparen lápiz y papel, que ésto se resuelve así:
Voilá...
¿A qué es más fácil de lo que parecía? Pues venga, inténtenlo, para que puedan jugar con sus niños queridos.
A mi me ha salido un poco chuchurrío, pero lo he logrado.
Besitos de domingo.
P. D.: Pequeños, díganle a sus mayores que les pongan esta peli cualquier tarde de estas, antes de ir al campamento. Vale, es un pelín antigua, concretamente de 1961, pero la repiten bastante en televisión, y en internet se localiza con mucha facilidad.
Se llama Tú a Boston y yo a California, y buena parte de la trama se desarrolla en un campamento de verano, donde pasan cosas divertidas, que, por supuesto, tendrán consecuencias.
-Bueno, un poquito enfadado contigo, porque me encuentro muy solito.
-Ya lo sé, pequeño. He estado muy muy liada, y reconozco que te he tenido un poquitín abandonado. ¿Me perdonarás?
-Uhmm, solo a condición de que me cuentes con qué has estado tan entretenida.
-Vale. Verás, en primer lugar, no sé si recordarás que nos volcamos en la organización de una cena muy especial, y que tuvo lugar el 8 de junio.
-Sí, claro que lo recuerdo. La II Cena Solidaria de la AEHTF, ¿no?
-Eso es. Bien, pues salió todo muy bien, y la gente de Fuerteventura demostró una vez más que en la isla late un corazón muy grande. Mira, te enseño una foto del evento, para que veas el ambiente que se respiró ese día.
-Guau, ¡¡salón lleno!!
-Sí, cariño. A tope. Y lo mejor de todo es que detrás de cada uno de los asientos que ves ocupados, hubo, hay, un granito de arena en la lucha contra el cáncer, y en barriguitas llenas de niñ@s de la isla que lo están pasando mal por culpa de la crisis.
-Felicidades a ti, Paz, y a todos los que lo hicieron posible.
-Gracias cariño.
-Bueno, vale, pero ésto ocurrió el 8 de junio. ¿En qué has estado metida desde entonces?; ¿por qué no me has hecho caso en tooooodo este tiempo?
-Te cuento. Estoy acudiendo a varios colegios a pasar un ratito con los más pequeños, enseñándoles lo importante que es comportarnos de forma correcta en la calle, tanto como peatones, como pasajeros de un coche, o como conductores de bicicletas.
-Uy, eso me suena. ¿Educación Vial?
-Pero mira qué listo mi Pez. Pues sí señorito, eso es. Ya sabes cómo me gusta jugar con los enanos, y si encima les puedo enseñar algo, mejor que mejor.
Verás, a los de Infantil les entretengo con cuentos ilustrados.
-Sí, mi Pez, y mucho. Lo mejor de todo es comprobar cómo los pequeñines aprenden jugando con cuentos como estos.
Muchas veces los mayores creemos que ellos, los bajitos, no prestan atención a las cosas importantes. Pero no es así. Se fijan, y saben más de lo que nos imaginamos. Por eso me gusta, qué digo, me encanta trabajar con ellos.
Y como premio, por portarse bien, a jugar al patio. Mediante trucos e ingenio, cruzamos calles imaginarias de la forma buena; con esta actividad aparentemente tan sencilla, estos pequeños peatones harán de "pepito grillo" con sus padres, con sus mayores.
-Ahh, educar a los niños para que éstos reeduquen a sus mayores. ¡No eres lista tú ni nada!
-Pez, al menos hay que intentarlo.
Bien, eso con los de 3, 4 y 5 años. Porque con los de primaria el método es distinto. En clase y en el patio trabajo con pequeños conductores, y los trato como tal, para que sepan cuán importante es comportarse correctamente en las calles que nos rodean.
Si desde chicos adquieren la conciencia vial que pretendo, se convertirán, casi por arte de magia, en adultos responsables en lo que a materia de tráfico se refiere.
Mira, en portales como éste, el de la Dirección General de Tráfico (DGT), saco la inspiración para tratar con nuestrosniños queridos. A ver si te gusta:
-Jo, pues tus niños se lo deben de pasar genial con tus clases.
-Hombre, al menos sé que estoy contribuyendo a que aprendan jugando algo que considero muy importante. Fundamental ahora, y primordial para cuando sean mayores.
Por eso aprovecho para animar a los papás de nuestros niños queridos a que se comporten bien delante de sus pequeños cuando vayan en coche, cuando paseen por las calles, cuando viajen en autobús. Aunque no lo crean, ustedes son el ejemplo en el que sus hijos se fijan, el modelo en el que querrán convertirse.
Para despedirme hoy, les regalo una canción divertida, y con un contenido muy educativo. Se titula La canción del peatón.
-Bueno, Paz, un besito y cuidado mañana con la carretera. Aun te quedan unos cuantos días de clases viales, y con lo que te gusta estar con unos alumnos tan especiales, lo importante es llegar y disfrutar de esos momentos.
-Esa es la idea, corazón. Buenas noches, y feliz descanso.
¿Nos despedimos juntos de nuestro amigos?
-¡¡Vale!!
HASTA LA VISTA
P. D.: Hoy, 20 de junio de 2012, he tenido la última sesión en el C. E. I. P. Pájara.
Siempre me ocurre lo mismo. En parte estoy deseando terminar, porque me supone un gran esfuerzo físico y mental. Cada día recorro cientos de kilómetros, sí, digo bien, cientos (Fuerteventura es una isla muuuy larga), para acudir a los colegios, y lidiar con mis niños queridos. Los comienzos no son fáciles, y no puedo pretender que se porten bien a la primera, nada más llegar yo al aula, sin conocerme de nada. Ellos me lanzan el guante, y en mi mano está recoger el reto.
Pero todo tiene su recompensa, y la mía es la recibida, por ejemplo, en días como hoy. Atravieso uno de los patios del Cole de Pájara, a primera hora, cuando los chiquillos están formados, listos para entrar en sus clases. Y ahí va Paz, a preparar el material en otro de los patios, para los alumnos de 5º y 6º. Y empiezo a escuchar un coro de voces: "¡¡Hola Paz!!, ¡¡Paz, cuándo te volvemos a ver!!, ¡¡Paz, queremos que vengas pronto!!, ¡¡Paz!!, ¡¡Paz!!". Desde los más pequeñajos, los de 3 añitos, hasta los más granditos, me han dicho hoy cosas bonitas. De verdad, no tiene precio, y se me pone la piel de gallina al pensarlo.
Los niños y los profesores me han dado las gracias, y me han pedido que el curso que viene estudiemos la fórmula para que vuelva con más conocimientos viales.
Y, ¿saben qué?. Las gracias se las doy yo. Gracias a los colegios que han querido que acudiera con mi "rollo" vial, destacando entre ellos al mencionado, el de Pájara, y el C. E. I. P. Costa Calma.
Espero que entre todos tomemos conciencia de la importancia de la Educación Vial.
Objetivo final: ni una sola muerte más en las carreteras. ¿No les parece un reto digno? Para mi sí.
La
casa estaba en silencio. Todos dormíamos. O eso creía yo.
El
Pez Volador estaba trasteando en la pequeña biblioteca. Estaba
buscando un libro, uno en concreto, y por fin lo localizó.
Pero,
oh, vaya, se puso tan nervioso que se le acabó escurriendo de sus
aletas.
¡¡Al
suelo!!
Me despertó.
No
quise asustarle, así que me acerqué despacio a la librería. Estaba
segura de que el ruido venía de allí. Él ya no estaba, pero había
un hueco en una de las estanterías. Sabía de qué libro se trataba.
Cuál era el que faltaba. No entendía nada.
Llegué
hasta su habitación. Estaba casi todo a oscuras. Y digo casi porque
el Pez estaba bajo sus sábanas, tapado completamente, y ayudado de una
linterna leía algo.
Me
di la vuelta, regresé a mi cuarto, e hice como si me levantara en
ese momento. Encendí la luz de mi mesa de noche, y empecé a caminar
por el pasillo.
En
seguida apagó la linterna, como intentando disimular. Incluso, fue
muy gracioso, imitó un ronquidito.
Me
acerqué a su cama, le coloqué las sábanas para verle la carita, y
allí estaban las pruebas, la linterna y el libro. No quise romper su
propia magia, así que decidí esperar a la mañana para hablar con
él.
Pasaron
las horas, y por fin, el dormilón abrió sus ojitos y vino a
desayunar.
-Buenos
días, pequeño.
-Buenos
días, Paz.
-¿Qué
tal dormiste? Vi que estuviste leyendo un ratito.
-Sí.
Jo, me has pillado. Es que he visto que pronto se van a celebrar unos
campamentos en un sitio muy bonito, y me apetece mucho ir.
-¿Ah,
sí? Y, ¿dónde és? Háblame un poquito de él.
-Mira,
Paz es éste:
-¡Oh!,
vaya, es una maravilla. Pero sabes una cosa, cariño, ya había
pensado mandarte allí este verano, al campamento de la Poshada Rural, porque conozco el sitio. Y en cierto modo tú también, porque
ya lo hemos mencionado antes, por ejemplo cuando hablamos de ciertas musiquitas pegadizas o de nuestra
amiga Carolina. ¿Te acuerdas?
-¡Ah!
Claro, ahora ya sé por qué me sonaba.
-Vale,
vale, por eso estás interesado en el Manual de los jóvenes
castores, ¿no es así?
-Claaaro.
Es que tiene muchos trucos, juegos, actividades para hacer en un
campamento. Seguro que tú ya lo sabes, porque el libro es tuyo.
-Pues
sí, así es. Verás, lo publicó
en 1977 Ediciones Montena. Tal y como tú dices, nos cuenta un montón de cosas que giran en
torno a un campamento. Y lo hace de la manera más divertida posible, a
través de los revoltosos sobrinos del Tío Gilito, Jorgito,
Jaimito y Juanito. Sí, lo has adivinado, son personajes de Disney, y mi niño, te lo aseguro, esta lectura no te va a defraudar.
Por
ejemplo, si una de las tardes, cuando estés en La Poshada Rural, hace mal
tiempo y no puedes estar haciendo cosas fuera, venga, te propongo que
les enseñes a tus compis un juego. Es más fácil de lo que parece,
pero no te quiero dar pistas. De hecho, te lo voy a enseñar a ti y a
todos nuestros amigos, pero no lo voy a resolver hasta que nos
volvamos a leer aquí. ¿Te apetece intentarlo?
-Sí,
sí, sí. Entre todos lo vamos a hacer, estoy seguro.
-Bueno,
ahí va el reto:
Otra
de las cosas que proponen en el libro es la utilización de un código
secreto para que los mayores no les
descubran los secreto. Es éste:
-Jo,
Paz, qué ganas tengo de que llegue ya ese campamento. Te prometo que
me voy a portar muy muy bien, para que me dejes ir. Y porfi, ¿me
prestas el Manual de los jóvenes castores?
-Te
lo presto si me prometes que lo vas a cuidar tanto como yo lo he
hecho.
-Prometido.
-Bien,
entonces es tuyo hasta que te marches al campamento.
Es curioso, no
se si crees en las casualidades. Hace mucho tiempo, cuando empecé a
crear este espacio en mi cabeza, me hice con un cuaderno, y fui
apuntando las ideas que tenía, los libros que quería reseñar.
Bien, pues este Manual
tan especial era uno de ellos. Y fíjate en la foto que te voy a
enseñar:
-Oh,
vaya, Paz, sí que es una casualidad. Yo sí creo en ellas.
-Ya
ves. En la hoja de al lado coloqué una postal de La Poshada, y
escrito a lápiz, una flechita que sale de ella, va hacia el lugar
donde trato el libro del que hablamos hoy, y escribí “la
inspiración”...
Bueno,
mi querido Pez Volador, te dejo con esta fantástica lectura.
Para
finalizar, voy a invitar desde aquí a los papás de nuestros niños
queridos a que lleven a sus
hijos a un campamento como el de La Poshada Rural. Yo fui a muchos de pequeña, e
incluso de adolescente, y les aseguro que es una experiencia que todo
pequeñajo debe vivir, al menos, una vez en su vida. Y si es en un
lugar como éste, mejor todavía.
Besos
y achuchones para todos...
P.D.: Nuevas posibilidades para los peques de la casa: ¡¡La Poshada Rural cuenta con ofertas para campamentos de 7 días, y descuentos para hermanos!!