lunes, 18 de marzo de 2013

Por la sonrisa de un niñ@



Érase una vez un pequeño que no tenía ganas de jugar.
 
Cada mañana se levantaba de la cama, se aseaba y se iba al colegio sin rechistar.
 
En la escuela, aprendía, pero se dormía.
 
Iba al recreo, pero no corría.
 
Le contaban historias fantásticas, pero no sonreía.
 
¡Hora de comer!
 
En fila india iban entrando al comedor, y por primera vez en el día, al pequeño se le iluminaba la cara.
 
Él no entendía cómo había compañeros que despreciaban la comida, que decían que esto o aquello no les gustaba, que no quería comer allí, incluso, que tiraban lo que había en las bandejas.
 
Casi siempre era el último en salir de la estancia que para él era la más maravillosa del colegio. Y esto ocurría porque le sacaba el sabor a todo lo que se llevaba a la boca, saboreaba cada cucharada, memorizaba cada sensación. Era simple, hasta el día siguiente no volvería a comer.
 
Cuando acababa el cole, volvía a casa, y la mochila le pesaba un montón. Y era la misma de la mañana, pero claro, ahora llevaba más conocimientos dentro.
 
Hacía sus tareas, obedecía a su mamá y su papá le arropaba antes de acostarse. La verdad es que los papis del pequeño ahora pasaban muchas horas con él. Y eso era genial, pero los mayores estaban tristes.
 
Feliz descanso, pequeño.
 
Sus sueños eran sencillos. Consistían en comidas abundantes compartidas con la familia. Pero al despertarse, el agujerito de su tripa parecía agrandarse, y un gran tigre salía por su garganta en forma de rugidos silenciosos.
 
Él era un chico valiente y aunque sabía que algo pasaba en su hogar, intentaba portarse bien siempre. Pensaba que de esta manera sus padres se pondrían contentos también.
 
Así día tras día.
 
Una noche se despertó, tenía ganas de ir al baño; sin hacer ruido para no molestar escuchó a mamá y a papá hablando. Se preguntaban cómo podrían pagar el comedor del niño el mes siguiente. Lloraban, pero al poco, se prometieron a ellos mismos que harían lo imposible por pagar ese recibo.
 
Lo imposible, lo imposible, lo imposible…
 
Así se quedó de nuevo dormido el pequeño.
 
El niño soñó, pero no con comida como casi siempre. No.
 
En esta ocasión, el Hada Milandrina se coló en su cabecita, y se lo llevó de paseo por las dunas, por la orilla del mar. Le dijo que no tuviera miedo, que ella le protegería, que no se preocupara, que tenía poderes mágicos, y que iba a conseguir cumplir al menos alguno de sus sueños.
 
Le preguntó al pequeño, que, a pesar de ser un sueño, no salía de su asombro:
 
-Cariño, ¿cuál es tu mayor deseo?
 
-Señora, yo…
 
-Dime, mi niño..
 
-Yo, bueno, mi mayor deseo es poder comer todos los días, y que mis papás no se pongan tristes por tener que pagarme el comedor del cole.
 
El Hada Milandrina lo cogió en sus brazos, lo acunó y le dijo al oído:
 
Mi niño, no te preocupes, eso lo puedo hacer posible. Y no lo haré yo sola.
 
Conozco a un montón de duendecillos, al Mago Grande, a las ninfas de las nubes, a las estrellas del cielo. Todos nosotros vamos a tratar de que tu sueño se cumpla.
 
Trabajaremos, haremos funcionar todas las varitas mágicas del reino. Y ya lo verás, lo conseguiremos.
 
Confía en mí; confía en tus sueños; confía en ti. Juntos, lo lograremos
 
El niño se quedó dormido, y descansó como no recordaba haberlo hecho nunca.
 
Al despertar, se fue corriendo a la cama de sus papás, se tiró en plancha, se los comió a besos a los dos, y a cada uno de ellos le dijo que no se preocuparan, que los quería, y que tenía mucha prisa, que se tenía que ir al cole pitando.
 
Y así fue.
 
Gracias al Hada Milandrina, al Mago Grande, a los duendecillos, a las estrellas del cielo, a las ninfas de las nubes, y a muchísimos seres del reino de la magia, el pequeño, y otros niños como él, pudieron comer en el comedor de sus escuelas, sin que sus padres tuvieran que preocuparse, al menos durante un tiempo generoso, de pagar los recibos ñam ñam.
 
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
 
 
P.D.: Si quieren convertirse en duendecillos, estrellas o ninfas, pueden colaborar con el Hada Milandrina en difundir este cuento. Toda colaboración será bien recibida, se los puedo asegurar.
 
 
Muchísimas gracias, y recuerden, todo esto se hace para conseguir un tesoro: la sonrisa de un niñ@.
 
 
¿Nos ayudan a conseguirlo?

 
 

domingo, 10 de marzo de 2013

Una amiga para siempre...

Hoy mi Pez ha preparado su mochila, y antes de salir por la ventana de mi azotea se ha dado la vuelta, me ha mirado, y con una sonrisa en sus morritos me ha dicho: ¡¡Vuelvo en un ratito, me voy al bosque con Maya!!



Hace una hora que se han ido, y estoy tranquila, porque sé que está en buena compañía. Maya es algo traviesa, pero con un gran corazón; lista, cariñosa y tiene muchos amigos, a los que he conocido y con los que me he reído y disfrutado en numerosos momentos agradables y entrañables.


Lo que mi Pez no sabe es que a Maya y a sus compañeros del bosque los conozco hace muchísimos años, tantos como tengo, o casi. Sí, Pez, te voy a contar su historia, para que puedas leerla cuando vuelvas a casa.


Erase una vez una pequeña abeja que se coló por las televisiones de muchos hogares allá por 1978. ¿Que cómo lo hizo? ¿Cómo puede atravesar un bichito la pantalla de una tele? Muy fácil, mi niño, gracias a la imaginación. Bien, pues aquella abejita rubia nos enseñó cómo era un bosque por dentro, cómo eran las gotas de la lluvia, cómo era la hierba desde cerca, cómo vivían los insectos y demás animales. 

Ella lleva haciendo sonreír a niños de todo el mundo desde hace más años de los que te imaginas. Nació en 1912, en la cabeza de un escritor llamado Waldemar Bonsels. Él nos la regaló y nos enseñó a respetar nuestro entorno verde, y como dice mi madre, nos hizo pensarnos dos veces antes de pisar una hormiguita.


Mira, así se presentaba tu amiga a los niños. Verás qué bonito, y ahora entenderás por qué de vez en cuando canto esta melodía. Claro, es que es muy pegadiza. Ah, y cuando acabe la canción, quédate, que empieza el capítulo:



Pero me vas a decir que tu amiga, con la que te has ido de excursión esta mañana, se parece a la de los dibujos, pero que no es la misma. Ay, mi pequeño Pez, es que Maya se ha hecho mayor, pero gracias a la magia de Planeta Junior, en vez de parecer más viejita, ahora está mucho más juvenil. A ver, ¿es ésta?


Ajá, ahora sí, ¿verdad? Ya sabía yo.


Ya tengo ganas de que vuelvas de tu aventura, para ver tu carita iluminarse gracias a nuestra amiga. Estoy segura que a partir de ahora la verás con otros ojos, porque vas a descubrir que Maya ya era amiga mía incluso antes de que nacieras tú. Y me ha marcado de tal manera que ahora, cuando necesito desconectar un poco, o incluso, sonreír cuando mi cerebro está agotado, recurro a ella.


¿Que cómo lo consigue? Mira, así






Es uno de los libros de las oposiciones que estoy preparando. Sí, es la razón por la que te tengo un poco abandonado, y que nos echemos tanto de menos. Pues verás, cuando los compré, eran, y son tan aburridos, que se me ocurrió forrarlos con algo que me gustara mucho, y así encontrar, de alguna manera, la motivación que necesitaba para sumergirme en él. ¿Y a quién elegí para éste? Efectivamente, a la Abeja Maya.


Te lo aseguro, pequeño Pez, tanto a ti como a todos nuestros niños queridos, Maya les va a acompañar durante toda su vida, se convertirá en una amiga para siempre. Pero para eso, ella solo pide una cosa: que le dejen entrar en casa, que no la dejen por fuera de la ventana.


Un beso volado para todos

lunes, 18 de febrero de 2013

Vínculos

Dicen que que no tienen sentimientos. Dicen que no entienden las cosas de los humanos. Dicen que básicamente comen y nos obligan a sacarlos para que hagan sus necesidades. Dicen que son solo animales, y que es una chorrada que nos encariñemos con ellos, porque su función no va más allá de la simple compañía, o en su caso, el resguardo de una casa.


Y no niego que los que dicen, dicen y vuelven a decir, no tengan su parte de razón. Pero, para mi son algo más, mucho más.


Les voy a contar la historia de mi perro, y quizás entonces puedan entenderme mejor.


Chopito llegó a casa una tarde de abril. Su dueño no lo quería. De hecho, solo le interesaba el pedigrí de su madre. Y como el cachorro, junto con el resto de la camada, fue el fruto de una juerga loca con un padre sin nombre y sin “marca”, su destino era un barreño con agua. Sí, así es. Sus hermanos perecieron ahogados de esta horrible e injusta manera. Mi madre, compañera de trabajo, le dijo de todo a ese salvaje, que encima se permitía presumir de perra y de ser un amante de los animales. Claro, de los que tienen apellidos larguísimos, y que cuestan una pasta. 
 

El caso es que cuando este animal de dos patas llegó a su casa, se encontró con que la adorada mascota había parido dos bastardos más. Y mira tú por donde que fue en ese momento cuando le entró lo que él entendió como cargo de conciencia: los metió en una caja de zapatos y le trajo uno a mi madre y el otro, a una vecina.


Así llegó Chopito al que se convertiría en su hogar, entre cartones, y rodeado aún de la placenta que le unía a la progenitora que nunca pudo lamerle y protegerle. 
 

Hubo que enseñarle absolutamente todo, desde comer hasta bajar un escalón. Al principio, su cama consistía en una caja vacía de naranjas, y nos aconsejaron que envolviéramos un despertador en una manta, para que emulara el corazón de la madre y así le ayudara a dormir. Lo hicimos.


Pasaron los años, y aquel chucho, porque lo es, y a mucha honra, se convirtió en algo que no era ni bonito ni feo, ni alto ni bajo, ni peludo ni pelón. No era nada de eso. Y sin embargo, lo era todo. Y lo más importante, se convirtió en uno más de nuestra familia. No era cuestión de cubrir sus necesidades, que también. Era una cuestión de humanidad, de amor, de cariño y de agradecimiento. Y aquí sigue, regalandonos su presencia.


Ahora está muy viejito, cumplirá 15 años en breve. Come bien, duerme un montón, y el tío conserva todos los dientes. Pero hay que echarle una mano para que pueda hacer ciertas cosas, como por ejemplo, subir escalones; y los paseos se han hecho más breves porque se cansa antes. ¿Y saben qué?, le ayudo encantada, porque él, inconscientemente, sin sentimientos, sin pensar, sin hablar y sin mostrar empatía (ya saben, es lo que dirían los que dicen, dicen y vuelven a decir), nos ha ayudado anteriomente a mi familia y a mi en muchísimas ocasiones. A sonreir cuando no teníamos ganas; a jugar cuando no había ánimo; a vestirnos y salir a la calle cuando la pena era muy poderosa; a no separarse de nuestras camas cuando estábamos maluchos; incluso, a no dejarme sola durante mis recientes horas de estudio.



Gracias, Chopito, sigues siendo un gran perro. Quería dejarlo por escrito antes de tu partida, porque por ley de vida, ésta llegará más pronto que tarde.


Les cuento esto porque hace muy pocos días uno de mis mejores amigos ha tenido que despedirse de su mascota, y tanto él como su pareja lo están pasando francamente mal. Y los entiendo, perfectamente. 
 

A los dos, quédense con los buenos momentos, con sus ojillos, con su pelo suave, con el tiempo que han compartido, y con la tranquilidad de saber que se ha marchado con la mochila cargada de amor. 
 

Un beso enorme, y mucho ánimo.


Como homenaje a él, y a todos los canes de nuestras vidas, le quiero dedicar este tema de una película titulada “Bajo Cero”, y que les confieso que siempre me hace llorar de emoción. 


Besitos y buenas noches

P.D.: Aclaro que los perros con pedigrí, nombre y apellidos me parecen igual de maravillosos que los chuchos como el mío; o mestizo, tal y como está escrito en su cartilla identificativa.

Todos son dignos de respeto y cariño.

martes, 15 de enero de 2013

Los morritos de mi Pez

¿Estamos todos de vuelta? A ver, en fila, que voy a pasar lista.


Las Navidades quedan en el recuerdo, y parecen muy lejanas ya. Al menos esa es la sensación que tengo yo. Espero que disfrutaran de esos días en familia, con amigos, con las mascotas, con sus niños queridos. Que lo pasaran fenomenal comiendo, bebiendo, durmiendo, descansando, jugando y leyendo. Iba a seguir esta reflexión diciendo que todo lo bueno se acaba; pero no, no es justo, porque lo bueno continúa. O así debería ser.


¿O es que solo se nos está permitido ser buenos y amables en Navidades? ¿Es que ese periodo festivo es el único del año en el que nos juntamos con quienes más queremos? ¿Buscar y emocionar con nuestros regalos es exclusivo de esas fechas? Como verán, no necesariamente. Por eso, aunque suene rematadamente cursi, deberíamos prolongar los buenos sentimientos de esos días a todo el año; sí, a ese 2013 que acabamos de estrenar.


El mio ha comenzado con algunos cambios maravillosos. ¿Se han fijado que El Pez Volador ya tiene forma, colores, cara? Hasta morritos, ¡ahí es nada!


Los Reyes Magos, uno concretamente, Conchi Durán, me lo ha diseñado, y me lo ha regalado, y es precioso, ¿no creen? Si es que mi hermana es una diseñadora gráfica de categoría, y solo hace falta que ella misma sea consciente de su don, porque el talento lo tiene; la capacidad de trabajo, la tiene; la imaginación, la tiene; y la creatividad, también. Grande por fuera, y enorme por dentro. Así es ella, y el mundo la está esperando.


Gracias por tu regalo, hermana. Presumiré de él allá por donde vaya, y allí hasta donde llegue El Pez Volador de Paz. Y por supuesto, más presumiré de ti, porque te mereces todos los éxitos del mundo.

Y hablando de regalos, ¿han recibido lecturas interesantes, divertidas, soñadas, esperadas? ¿Han sorprendido a sus niños queridos con algún libro? Si es así, ¿qué cara han puesto?; ¿les han explicado que ese juego no va con botones, y que su mecanismo es muy sencillo, y que consiste en pasar las páginas con los dedos? Bromas aparte, espero que tanto ustedes como ellos hayan tenido letras entre sus presentes.


Yo he debido de portarme bien, porque me han regalado tres libros. Y el que les quiero presentar y recomendar me ha hecho ilusión, porque es infantil, y ya saben cómo me gustan.


Se trata de El Museo de Carlota, de James Mayhew, publicado por Ediciones Serres.



Se trata de la historia de una niña algo traviesa que convierte su primera visita a un museo en toda una aventura. Hasta tal punto que es capaz de meterse en los cuadros y jugar con los protagonistas de los mismos.


Lo más interesante, para los niños, es saber que la diversión puede ir de la mano de la cultura. Y para los mayores, descubrir que los cuadros que son nombrados en el relato son reales, y que se pueden encontrar en la National Gallery y en la Tate Gallery, ambas en Londres.


Les facilito también un video elaborado con las páginas de este relato, y que puede que les suponga una alternativa a su compra. Aunque ya saben cual es mi opinión al respecto: nada como el olor y el tacto de un libro ilustrado. Pero para gustos, los colores, y los acepto. Así que esta puede ser otra forma de disfrutar de Carlota y su experiencia:


Bueno, me voy a seguir disfrutando de la pintura con Carlota. ¿Nos acompañan?


Ah, y no quiero despedirme hoy sin darles de nuevo la bienvenida a este espacio. Gracias por estar ahí, y espero que entre todos sigan haciendo muy feliz a mi Pez Volador...

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Feliz Navidad

Ha llegado esa época del año en la que la alegría es un deber, las sonrisas son la mejor excusa, la familia es una garantía y los amigos son un regalo más. Todos estos elementos son los que deben adornar nuestro árbol. Tenemos que iluminarlos bien, para que no se nos olvide lo importante que son. Quizás no nos demos cuenta, pero cuando alguna de las piezas del rompecabezas se pierde, se echa muchísimo de menos, se añora su presencia. 

Vivimos una era tecnológica, y la unión se puede llevar a cabo de muchas maneras. No es malo convivir con los nuevos sistemas de comunicación, siempre y cuando los utilicemos para eso, para enriquecer nuestras vidas, para acercar, por ejemplo, Birmania con Canarias, ¿verdad hermanita? 

Es una época también de consumismo extremo, en el que muchas veces obviamos las cosas más simples, las que en el fondo sabemos que nos hacen felices. El otro día, hablando con una compañera de trabajo, me decía que este año los Reyes Magos iban a venir muy flojitos, que si las cenas importantes iban a ser más modestas, etc. La escuché, y seguidamente le dije: 

-Yo: Te entendí que este año tienes a toda la familia contigo, a tus hermanos, a tus padres, a tus hijos y a todos los sobrinos, ¿no?

-Ella: Sí, y no veas la de años que no nos reuníamos todos. Por unas cosas o por otras, no ha podido ser antes.

-Yo: Pues niña, ahí tienes el mejor de los regalos. Como si se sientan a comer huevos y papas fritas. ¿No compensa eso los regalos flojitos, las comidas modestas?

-Ella: Pues también es verdad. 

Esta fue en esencia nuestra conversación. ¿Están de acuerdo conmigo? 

Supongo que los años me han dado una visión diferente de estas fiestas tan especiales. Reconozco que no son santo de mi devoción, que me ponen un poco triste, porque recuerdo con auténtico desconsuelo a los que ya no están a mi lado, o a los que están lejos. Pero hago un esfuerzo, porque los que sí tengo alrededor, viven la Navidad disfrutándola, haciéndola mágica. 

Como verán, en esta ocasión no les estoy hablando de ningún libro, de ninguna serie de televisión. Pero es que no quiero hacerlo, porque como dije antes, son días de compras, un tanto compulsivas a veces, a lo loco en ocasiones. Y no quiero influenciarles en ese sentido. Eso sí, ya saben de qué pie cojeo, y los que me conocen, o los que lo van haciendo, sabrán de mi debilidad por las aventuras en papel, por las historias bien contadas o dibujadas.


Cada hoja representa el aleteo de la imaginación, y en sus manos está proporcionarles a sus niños queridos la posibilidad de soñar despiertos, de jugar a ser los personajes de los relatos más divertidos. 

Disfruten con ellos. La Navidad con pequeños en el hogar debe ser una delicia. Y recuerden, ellos son el regalo, y ustedes lo son para ellos. Todo lo demás son adornos que, en el mejor de los casos, y gracias a la ilusión, les arrancarán sonrisas y momentos de juego. Pero recuerden, cada vez que empaquetan algo, una parte de ustedes quedará para siempre en ese papel, en ese regalo. 

Un beso muy grande, gracias por estar ahí y

 

Nos vemos en el 2013

domingo, 16 de diciembre de 2012

El valor de las cosas

A Manuel, por su esfuerzo



Cuando me encuentro con personas que empeñan gran parte de su tiempo en superarse, en estudiar, en mejorar su vida a base de esfuerzo y tesón, me quito el sombrero. La vida está compuesta de un sin fin de escalones, y no siempre estamos en condiciones de subir los que tenemos delante. Incluso, hay veces que sin saber ni cómo ni por qué, en vez de avanzar, bajamos un par de peldaños. Y esos son, quizás, los que más cuesta superar después. Pero merece la pena. Tal vez en el momento no seamos capaces de verlo, y no porque no podamos, sino porque el bloqueo mental no nos deja. Pero en serio, detrás de las nubes más grises se encuentra el cielo azul, y en él, el sol que nos ilumina y nos da calorcito.



Todo esto viene a cuento porque hoy he estado pensando en el valor del esfuerzo. ¿Saben nuestros niños queridos qué es eso, trabajar duro para lograr un propósito? A veces les facilitamos tanto la vida que nos olvidamos de enseñarles el significado del esfuerzo, de lo que cuesta conseguir las cosas. Y no me refiero al aspecto económico. Que también. Pero me centro en ese tipo de cosas que no se compran, que nos hacen ilusión, y que queremos conseguir. Los pequeños también tienen sus objetivos a alcanzar, sus premios, sus metas, ¿pero saben esforzarse, les hemos proporcionado las herramientas necesarias para lograr sus propósitos?



Reflexionando sobre esto, me ha venido a la cabeza un clásico de la literatura universal y que habla precisamente del esfuerzo, de las agallas que hay que echarle a la vida para obtener algo que sabemos que queremos. Se trata de “El viejo y el mar”, de Ernest Hemingway.

Ilustración de Daniel Gómez

La novela fue escrita por este genial escritor de la llamada Generación Perdida en 1951 en Cuba, y se publicó un año más tarde. Aquí les dejo un enlace donde podrán leer, on line esta gran obra.


Vale, lo reconozco, no es quizás un libro para los más pequeños de la casa. Yo lo tuve que leer en el instituto, y lo confieso, me costó horrores. Por un lado, era una lectura obligatoria, lo que le aportaba el punto de tortura que los adolescentes creen que tiene la vida. Y por otro, me parecía aburridísima. Una hoja tras hoja, y aquel viejo obstinado luchando por pescar algo. Este podría ser el argumento si nos quedáramos con una lectura parcial. Pero no, es mucho más, y en posteriores encuentros marinos que tuve con Santiago, su protagonista, descubrí el valor de esta obra.



No he encontrado buenas adaptaciones para el público infantil en formato papel. Sin embargo, he localizado un corto animado precioso, con unos dibujos increíbles, y que no deben perderse, ni los grandes, ni los chicos. Está en inglés, pero tranquilos, tiene subtítulos.





Verán, su creador fue Alexandre Petrov, y todos los dibujos que han visto fueron pintados con las yemas de los dedos. Este trabajo tan bonito recibió su justo reconocimiento en forma de Oscar, en 1999, por el mejor corto animado. Se lo merecía, ¿no creen? Yo sí, estoy convencida.



En fin, debo pedirles perdón, porque creo que hoy les he soltado un rollo bastante largo, y quizás pesado. Pero es mi forma de hacerle mi homenaje particular a todas aquellas personas que, por ejemplo ahora, están delante de un ordenador, trabajando duro por sacar unos estudios adelante, a la vez que salen a pelear cada día con la vida. Ánimo, suerte, y perseverancia.



Ah, y por favor, no se olviden de transmitirles estos valores a sus niños queridos. Puede que en este momento no les entiendan, pero cuando sean mayores se lo van a agradecer.



Un besito, esta vez, con sabor a sal.

PD: Manuel aprobó. ¡¡Muchísimas felicidades!! 

domingo, 9 de diciembre de 2012

Historias a media voz

Apaga la luz principal. Reúne a tus pequeños valientes frente al fuego, si tienes esa posibilidad. Si no, siéntalos delante de ti, enciende una linterna e ilumínate la cara y las letras que les van a transportar a continuación a un mundo de misterios. Nos vamos a adentrar en la apasionante obra de Edgar A. Poe...


Sus historias me encantaban, me gustan aún. Su vida fue tan peculiar como sus escritos, y se convirtió en un auténtico especialista de los cuentos, de los relatos cortos. Y a todos les añadía un toque de humor negro, tras un velo de intrigas y detalles un tanto macabros.

Les voy a presentar una de las joyitas que tengo en mi poder:


Son los “Cuentos de Edgar A. Poe”, y es un tesoro para mi porque fue publicado en 1914 por la Editorial Araluce (empresa desaparecida hace ya mucho tiempo), y reunía una selección de relatos para niños. No sé en qué año llegaría a mi familia, aunque tengo entendido que en 1932. Era de mi abuelo Luís, que tenía una gran biblioteca, y creo que verlo a él siempre rodeado de letras me influyó desde bien pequeña. Me llama la atención detalles del pequeño libro, por ejemplo, este:


Es la firma del censor, y lleva aparejada la frase en latín Nihil obstat, que significaba que no había obstáculo para su impresión, según los códigos morales y doctrinales de la época.


Curiosas eran también las iustraciones de J. Segrelles, que terminaban de darle el punto misterioso a las letras, y que si se miraban con detenimiento, ponían los pelos de punta. Esta pertenece a una de las historias en las que se narra un siniestro baile de máscaras:


El caso es que he rescatado este libro de mi memoria porque hace pocos días vi un anuncio en la Red en la que se publicitaba una recopilación de relatos de Edgar A. Poe para el público infantil y juvenil. Se trata de “Cuentos macabros”, publicado por la Editorial Edelvives.


Tiene varias características que lo hacen único e interesante. Para empezar, los cuentos están traducidos por Julio Cortázar; cuenta con un resumen de la vida y obra del autor escrito por el mismísimo Baudelaire; y si por si esto fuera poco, nos podemos recrear con las impresionantes ilustraciones de Benjamín Lacombe.




Para finalizar, recuerden, estas historias deben ser contadas a media voz. De esta manera, conseguirán que sus niños queridos no se muevan hasta que hayan terminado el cuento. Eso sí, si son ustedes los que sienten miedo, por favor, que no se les note.


Besos de ultratumba... 

PD: Para los papás de los niños queridos, me voy a permitir la licencia de recomendarles un libro que parte de la extraña muerte del escritor protagonista de esta entrada. Se trata de "La sombra de Poe", del escritor Matthew Pearl, publicado por la Editorial Seix Barral en 2007.

Espero que les guste tanto como a mi, y que disfruten de la reconstrucción que hace este estupendo escritor de las últimas horas de Edgard A. Poe.

Otro besito entre tinieblas...