Escribí el post sobre la Educación Vial, el de Aprender jugando, y se me fue el santo al cielo. Claro, como aun estaba emocionada con las cariñosas palabras de profesores y alumnos, incumplí una promesa. Pero que conste que no fue a propósito.
Vale, pues aquí va la solución al enigma que planteé cuando hablé del libro Manual de los jóvenes castores. Bueno, corrijo, el reto que le propuse a mi pez para que jugara con sus amiguitos en caso de que haga mal tiempo cuando esté De campamento.
Era éste, ¿lo recuerdan?:
Venga, preparen lápiz y papel, que ésto se resuelve así:
Voilá...
¿A qué es más fácil de lo que parecía? Pues venga, inténtenlo, para que puedan jugar con sus niños queridos.
A mi me ha salido un poco chuchurrío, pero lo he logrado.
Besitos de domingo.
P. D.: Pequeños, díganle a sus mayores que les pongan esta peli cualquier tarde de estas, antes de ir al campamento. Vale, es un pelín antigua, concretamente de 1961, pero la repiten bastante en televisión, y en internet se localiza con mucha facilidad.
Se llama Tú a Boston y yo a California, y buena parte de la trama se desarrolla en un campamento de verano, donde pasan cosas divertidas, que, por supuesto, tendrán consecuencias.
-Bueno, un poquito enfadado contigo, porque me encuentro muy solito.
-Ya lo sé, pequeño. He estado muy muy liada, y reconozco que te he tenido un poquitín abandonado. ¿Me perdonarás?
-Uhmm, solo a condición de que me cuentes con qué has estado tan entretenida.
-Vale. Verás, en primer lugar, no sé si recordarás que nos volcamos en la organización de una cena muy especial, y que tuvo lugar el 8 de junio.
-Sí, claro que lo recuerdo. La II Cena Solidaria de la AEHTF, ¿no?
-Eso es. Bien, pues salió todo muy bien, y la gente de Fuerteventura demostró una vez más que en la isla late un corazón muy grande. Mira, te enseño una foto del evento, para que veas el ambiente que se respiró ese día.
-Guau, ¡¡salón lleno!!
-Sí, cariño. A tope. Y lo mejor de todo es que detrás de cada uno de los asientos que ves ocupados, hubo, hay, un granito de arena en la lucha contra el cáncer, y en barriguitas llenas de niñ@s de la isla que lo están pasando mal por culpa de la crisis.
-Felicidades a ti, Paz, y a todos los que lo hicieron posible.
-Gracias cariño.
-Bueno, vale, pero ésto ocurrió el 8 de junio. ¿En qué has estado metida desde entonces?; ¿por qué no me has hecho caso en tooooodo este tiempo?
-Te cuento. Estoy acudiendo a varios colegios a pasar un ratito con los más pequeños, enseñándoles lo importante que es comportarnos de forma correcta en la calle, tanto como peatones, como pasajeros de un coche, o como conductores de bicicletas.
-Uy, eso me suena. ¿Educación Vial?
-Pero mira qué listo mi Pez. Pues sí señorito, eso es. Ya sabes cómo me gusta jugar con los enanos, y si encima les puedo enseñar algo, mejor que mejor.
Verás, a los de Infantil les entretengo con cuentos ilustrados.
-Sí, mi Pez, y mucho. Lo mejor de todo es comprobar cómo los pequeñines aprenden jugando con cuentos como estos.
Muchas veces los mayores creemos que ellos, los bajitos, no prestan atención a las cosas importantes. Pero no es así. Se fijan, y saben más de lo que nos imaginamos. Por eso me gusta, qué digo, me encanta trabajar con ellos.
Y como premio, por portarse bien, a jugar al patio. Mediante trucos e ingenio, cruzamos calles imaginarias de la forma buena; con esta actividad aparentemente tan sencilla, estos pequeños peatones harán de "pepito grillo" con sus padres, con sus mayores.
-Ahh, educar a los niños para que éstos reeduquen a sus mayores. ¡No eres lista tú ni nada!
-Pez, al menos hay que intentarlo.
Bien, eso con los de 3, 4 y 5 años. Porque con los de primaria el método es distinto. En clase y en el patio trabajo con pequeños conductores, y los trato como tal, para que sepan cuán importante es comportarse correctamente en las calles que nos rodean.
Si desde chicos adquieren la conciencia vial que pretendo, se convertirán, casi por arte de magia, en adultos responsables en lo que a materia de tráfico se refiere.
Mira, en portales como éste, el de la Dirección General de Tráfico (DGT), saco la inspiración para tratar con nuestrosniños queridos. A ver si te gusta:
-Jo, pues tus niños se lo deben de pasar genial con tus clases.
-Hombre, al menos sé que estoy contribuyendo a que aprendan jugando algo que considero muy importante. Fundamental ahora, y primordial para cuando sean mayores.
Por eso aprovecho para animar a los papás de nuestros niños queridos a que se comporten bien delante de sus pequeños cuando vayan en coche, cuando paseen por las calles, cuando viajen en autobús. Aunque no lo crean, ustedes son el ejemplo en el que sus hijos se fijan, el modelo en el que querrán convertirse.
Para despedirme hoy, les regalo una canción divertida, y con un contenido muy educativo. Se titula La canción del peatón.
-Bueno, Paz, un besito y cuidado mañana con la carretera. Aun te quedan unos cuantos días de clases viales, y con lo que te gusta estar con unos alumnos tan especiales, lo importante es llegar y disfrutar de esos momentos.
-Esa es la idea, corazón. Buenas noches, y feliz descanso.
¿Nos despedimos juntos de nuestro amigos?
-¡¡Vale!!
HASTA LA VISTA
P. D.: Hoy, 20 de junio de 2012, he tenido la última sesión en el C. E. I. P. Pájara.
Siempre me ocurre lo mismo. En parte estoy deseando terminar, porque me supone un gran esfuerzo físico y mental. Cada día recorro cientos de kilómetros, sí, digo bien, cientos (Fuerteventura es una isla muuuy larga), para acudir a los colegios, y lidiar con mis niños queridos. Los comienzos no son fáciles, y no puedo pretender que se porten bien a la primera, nada más llegar yo al aula, sin conocerme de nada. Ellos me lanzan el guante, y en mi mano está recoger el reto.
Pero todo tiene su recompensa, y la mía es la recibida, por ejemplo, en días como hoy. Atravieso uno de los patios del Cole de Pájara, a primera hora, cuando los chiquillos están formados, listos para entrar en sus clases. Y ahí va Paz, a preparar el material en otro de los patios, para los alumnos de 5º y 6º. Y empiezo a escuchar un coro de voces: "¡¡Hola Paz!!, ¡¡Paz, cuándo te volvemos a ver!!, ¡¡Paz, queremos que vengas pronto!!, ¡¡Paz!!, ¡¡Paz!!". Desde los más pequeñajos, los de 3 añitos, hasta los más granditos, me han dicho hoy cosas bonitas. De verdad, no tiene precio, y se me pone la piel de gallina al pensarlo.
Los niños y los profesores me han dado las gracias, y me han pedido que el curso que viene estudiemos la fórmula para que vuelva con más conocimientos viales.
Y, ¿saben qué?. Las gracias se las doy yo. Gracias a los colegios que han querido que acudiera con mi "rollo" vial, destacando entre ellos al mencionado, el de Pájara, y el C. E. I. P. Costa Calma.
Espero que entre todos tomemos conciencia de la importancia de la Educación Vial.
Objetivo final: ni una sola muerte más en las carreteras. ¿No les parece un reto digno? Para mi sí.
La
casa estaba en silencio. Todos dormíamos. O eso creía yo.
El
Pez Volador estaba trasteando en la pequeña biblioteca. Estaba
buscando un libro, uno en concreto, y por fin lo localizó.
Pero,
oh, vaya, se puso tan nervioso que se le acabó escurriendo de sus
aletas.
¡¡Al
suelo!!
Me despertó.
No
quise asustarle, así que me acerqué despacio a la librería. Estaba
segura de que el ruido venía de allí. Él ya no estaba, pero había
un hueco en una de las estanterías. Sabía de qué libro se trataba.
Cuál era el que faltaba. No entendía nada.
Llegué
hasta su habitación. Estaba casi todo a oscuras. Y digo casi porque
el Pez estaba bajo sus sábanas, tapado completamente, y ayudado de una
linterna leía algo.
Me
di la vuelta, regresé a mi cuarto, e hice como si me levantara en
ese momento. Encendí la luz de mi mesa de noche, y empecé a caminar
por el pasillo.
En
seguida apagó la linterna, como intentando disimular. Incluso, fue
muy gracioso, imitó un ronquidito.
Me
acerqué a su cama, le coloqué las sábanas para verle la carita, y
allí estaban las pruebas, la linterna y el libro. No quise romper su
propia magia, así que decidí esperar a la mañana para hablar con
él.
Pasaron
las horas, y por fin, el dormilón abrió sus ojitos y vino a
desayunar.
-Buenos
días, pequeño.
-Buenos
días, Paz.
-¿Qué
tal dormiste? Vi que estuviste leyendo un ratito.
-Sí.
Jo, me has pillado. Es que he visto que pronto se van a celebrar unos
campamentos en un sitio muy bonito, y me apetece mucho ir.
-¿Ah,
sí? Y, ¿dónde és? Háblame un poquito de él.
-Mira,
Paz es éste:
-¡Oh!,
vaya, es una maravilla. Pero sabes una cosa, cariño, ya había
pensado mandarte allí este verano, al campamento de la Poshada Rural, porque conozco el sitio. Y en cierto modo tú también, porque
ya lo hemos mencionado antes, por ejemplo cuando hablamos de ciertas musiquitas pegadizas o de nuestra
amiga Carolina. ¿Te acuerdas?
-¡Ah!
Claro, ahora ya sé por qué me sonaba.
-Vale,
vale, por eso estás interesado en el Manual de los jóvenes
castores, ¿no es así?
-Claaaro.
Es que tiene muchos trucos, juegos, actividades para hacer en un
campamento. Seguro que tú ya lo sabes, porque el libro es tuyo.
-Pues
sí, así es. Verás, lo publicó
en 1977 Ediciones Montena. Tal y como tú dices, nos cuenta un montón de cosas que giran en
torno a un campamento. Y lo hace de la manera más divertida posible, a
través de los revoltosos sobrinos del Tío Gilito, Jorgito,
Jaimito y Juanito. Sí, lo has adivinado, son personajes de Disney, y mi niño, te lo aseguro, esta lectura no te va a defraudar.
Por
ejemplo, si una de las tardes, cuando estés en La Poshada Rural, hace mal
tiempo y no puedes estar haciendo cosas fuera, venga, te propongo que
les enseñes a tus compis un juego. Es más fácil de lo que parece,
pero no te quiero dar pistas. De hecho, te lo voy a enseñar a ti y a
todos nuestros amigos, pero no lo voy a resolver hasta que nos
volvamos a leer aquí. ¿Te apetece intentarlo?
-Sí,
sí, sí. Entre todos lo vamos a hacer, estoy seguro.
-Bueno,
ahí va el reto:
Otra
de las cosas que proponen en el libro es la utilización de un código
secreto para que los mayores no les
descubran los secreto. Es éste:
-Jo,
Paz, qué ganas tengo de que llegue ya ese campamento. Te prometo que
me voy a portar muy muy bien, para que me dejes ir. Y porfi, ¿me
prestas el Manual de los jóvenes castores?
-Te
lo presto si me prometes que lo vas a cuidar tanto como yo lo he
hecho.
-Prometido.
-Bien,
entonces es tuyo hasta que te marches al campamento.
Es curioso, no
se si crees en las casualidades. Hace mucho tiempo, cuando empecé a
crear este espacio en mi cabeza, me hice con un cuaderno, y fui
apuntando las ideas que tenía, los libros que quería reseñar.
Bien, pues este Manual
tan especial era uno de ellos. Y fíjate en la foto que te voy a
enseñar:
-Oh,
vaya, Paz, sí que es una casualidad. Yo sí creo en ellas.
-Ya
ves. En la hoja de al lado coloqué una postal de La Poshada, y
escrito a lápiz, una flechita que sale de ella, va hacia el lugar
donde trato el libro del que hablamos hoy, y escribí “la
inspiración”...
Bueno,
mi querido Pez Volador, te dejo con esta fantástica lectura.
Para
finalizar, voy a invitar desde aquí a los papás de nuestros niños
queridos a que lleven a sus
hijos a un campamento como el de La Poshada Rural. Yo fui a muchos de pequeña, e
incluso de adolescente, y les aseguro que es una experiencia que todo
pequeñajo debe vivir, al menos, una vez en su vida. Y si es en un
lugar como éste, mejor todavía.
Besos
y achuchones para todos...
P.D.: Nuevas posibilidades para los peques de la casa: ¡¡La Poshada Rural cuenta con ofertas para campamentos de 7 días, y descuentos para hermanos!!
-Hola pequeño, ¿qué te
pasa? Te noto un poco triste.
-Es que mañana, en
España, se celebra el día de la madre.
-¿Y eso te pone triste?
¿Por qué?
-Porque no sé qué es una
madre, y no sé si yo puedo celebrar también ese día, como nuestros
niños queridos. ¿Me ayudas a
entenderlo?
-Claro
que sí. Bueno, al menos voy a intentarlo.
Una
madre es la persona que te hace el regalo más grande de todos, el de
la vida. Te trae al mundo, bien a través de su propio cuerpo, bien
formando parte de ella, aunque no te haya dado a luz.
-Ah,
pues sí que es un regalazo. Pero, y yo, ¿cómo nací?
-Verás,
tú naciste en mi cabeza. Allí te di forma, te imaginé, y desde ese
mismo momento te quise, te di cariño. Y cuando estuviste listo, te
presenté al mundo. Desde ese día, caminamos, volamos y nadamos juntos; y
tesoro, quién sabe a dónde llegaremos.
-Entonces,
¿tú eres mi madre?
-Bueno,
en cierto modo sí.
-Me
gusta, mami. Venga, háblame más de las mamás, ¿cómo son?
-Las
madres son geniales, aunque en ocasiones no estemos de acuerdo con
ellas. Sí, a veces se ponen un poco pesadas, que si abrígate, que
si debes comer bien, que si debes ser educado, en fin, todo eso. Pero, ¿sabes una cosa? Lo hacen por nuestro bien. Ellas
solo quieren que estemos estupendamente, que seamos felices, y que la
vida nos sonría.
-¿Siempre?
-Claro.
Además, son como muchas protagonistas de los cuentos que tanto nos
gustan, fantásticas, y mágicas: pueden convertir cuatro
ingredientes en el manjar más apetitoso; saben remendar la ropa de tal
manera que al usarla de nuevo luzcamos como reinas y reyes; consiguen
enseñarnos que con unos lápices de colores y una hoja en blanco
podemos crear los cuadros más vistosos.
-¿Y
solo hacen eso?
-¿Sólo?
¿Te parece poco?
-No,
mami, es que como no sé cómo son, tengo una y mil preguntas.
-Ah, vale.
Como te dije, no solo hacen eso, sino muchísimas cosas más.
Trabajan duro cada día. Unas en oficinas, otras en casa. Unas fuera
y otras, dentro.
¿Sabes
qué? Creo que ellas son las que mantienen realmente los hogares. Su
fuerza hace que los pilares se mantengan en pié. Los papás, o los
compañeros, o quien gire en torno a las mamás, son, para mi,
actores secundarios. Ey, pero te digo una cosa, qué importantes son
esos secundarios. Además, piensa que muchas lo hacen solas, y tiran
para adelante con o sin ayuda. Por eso son tan increibles, ¿no te
parece?
-Síque lo son. ¿Y qué más? ¿Cómo es tu mamá?
-¿La
mía? Valiente, inteligente y una auténtica artista. Lo mismo borda,
que pinta. Menuda imaginación. Chico, yo no he heredado esa
cualidad. Fíjate qué cosa tan bonita me está haciendo. Forma parte
del chaleco de un traje típico, y te lo aseguro, será precioso. Lo
empezó mi abuela, y mi madre le está dando vida. Cuando lo
termine te lo enseño. Este es un pequeño aperitivo:
Me
ayudó con los estudios, teniendo toda la paciencia del mundo. Porque
te diré que yo era un poco cafre, y empecé con los suspensos muy
pronto. Digamos que me distraía con el vuelo de una mosca, y claro,
eso tenía consecuencias. Pero ella siempre creyó en mi, y quiso que
me esforzara, que estudiara, que no me quedara en el camino. Y vaya
si lo consiguió. Creo que mi amor a las letras comenzó de su mano, por los libros que me compraba, las lecturas que elegía para mi.
Como ésta, la de Momo, de Michael Ende, de la que hablamos tú y yo hace mucho tiempo
ya. Ves, mi madre tenía, y sigue teniendo este tipo de detalles:
Dicen
que conforme me voy haciendo mayor, más me parezco a ella. Puede
ser. Los que la conocen lo sabrán, y si lo dicen, por algo será,
¿no? Yo, en esta foto, me saco un parecido. ¿Tú qué dices?
Sí,
yo soy la renacuaja pizpireta a la que su madre está maquillando.
¡Qué cosas!, viendo esta foto me siento muy mayor.
-Yo
no te veo mayor.
-Querido
Pez, eres un cielo. Creo que gracias a ti, al trabajo que hacemos
juntos, nunca creceré del todo.
Mira,
ahora que lo pienso, me siento muy afortunada por tener a mi madre
cerca, por ver cómo va cumpliendo años y se va convirtiendo en alguien cada día mássabio. Me gusta poder seguir escuchando sus consejos. Mi reto es
sorprenderla cada día, con pequeños o grandes actos. Hacer que se
sienta orgullosa del trabajo que ha hecho, y sigue haciendo, con sus
hijas.
-Oye,
por qué no le dedicamos algo especial a tu mamá, y a las de
nuestros niños queridos.
Porque por lo que me has contado, las madres se merecen mimos cada
día, y aunque haya un día especial dedicado a ellas, no podemos
dejar de cuidarlas y quererlas el resto del año, ¿no?
-Eso
es, mi pequeño Pez Volador. Y me parece una gran idea. A ver, ¿qué
te parece si le dedicamos un libro y una canción?
-Síiii.
Te propongo un trato: yo elijo las letras y tú la música. ¿Vale?
-Precioso, mi niño. Es una obra de la Editorial Kókinos, y reune 29
canciones infantiles del Magreb. Mira, me acabo de acordar de una
anécdota sobre este libro. Ya sabes que mi hermana María es
filóloga árabe. Bien, pues un día, María llevó este tesoro a una
de sus clases. Por cierto, se lo regalé yo, ahora que recuerdo.
Entre sus alumnos había una señora mayor que al escuchar una de las
canciones que contiene el CD que acompaña al libro se emocionó, porque la había oído
antes. Su abuela se la enseño a su madre, y su mamá se la cantaba
cuando ella era pequeñita.
-Oh,
qué tierno. Venga, pues pon tú la música. ¿Qué tienes pensado?
-En
casa siempre nos ha gustado la música, y nos encantaba ir a comprar
discos para regalárselos a nuestros padres en ocasiones especiales. Éste es uno de ellos, y era, bueno, es, de mi madre:
Es
el We can't dance, de
un grupo muy bueno que se llamaba Genesis.
Este álbum fue su recopilatorio de despedida, y se publicó en 1991.
De entre todos los temas, elijo éste para dedicárselo a todas las
mamás del mundo: Tell me why,
porque ellas tienen todas las respuestas a nuestras preguntas.
-Bueno,
pequeño, ¿qué te ha parecido?, ¿ya sabes qué es una mamá?
-Sí,
algo como tú. Ya sé que tú no tienes pequeñajos, pero me tienes a mi. Y
si algún día te llegan, no te preocupes, yo les contaré lo que tú
me has enseñado. Gracias Paz, mi mami.
-Hola Pez, ¿qué tal estás? -Bueno, un poco triste. -¿Y eso? -Pues como ayer fue el Día del Libro, me regalaron algunos cuentos. Y como me gustaron tanto, me los he terminado en un piz paz. -Tesoro, pero eso está muy bien. ¿Por qué estás triste entonces? -Porque no tengo ningún cuento para hoy. -Uy, habérmelo dicho antes.Ya sabes que enseguida me pongo a buscar y seguro que te encuentro un sin fin de aventuras de papel. A ver, ¿qué te apetece? -¿Puedo elegir? -Claro, pequeño. Soy todo oidos. -Me gustaría volver a leer otra aventura de La Princesa Colorines -De acuerdo. Bien, siéntate a mi lado, que te voy a contar una historia que habla del Desierto. ¿Preparado? -Síiiiii. -Pues ahí va:
LA PRINCESA COLORINES
El desierto.
Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis
historias.
Canelo y yo nos despertamos
temprano, y fuimos a desayunar. En realidad era un fastidio, porque no teníamos
que ir a la escuela, por lo que no estábamos obligados a madrugar. Y digo
teníamos porque Canelo también me acompaña al cole todos los días, y espera mi
salida para volver juntos a casa.
Mis padres siempre han querido
que vaya a una escuela normal, y que tenga amigos normales. No como mi primo,
el príncipe Olivo, cuyos padres, el Rey Alcornoque y la Reina Encina, no
quieren que vaya a la escuela. Por eso, un profesor va todos los días al
palacio y le da clases a Oli (así lo llamo yo). En el fondo me da pena, porque
los únicos niños con los que se relaciona somos sus primos, y la verdad, no nos
vemos mucho.
En el colegio todo me va muy
bien. Bueno, vale, menos en Mates, que se me dan fatal. Pero a mi amigo
Lapicero, se le dan muy bien, y me ayuda. Conocimiento del Medio tampoco me
gusta mucho, y alguna vez he suspendido. Es entonces cuando me ayuda mi amiga Azucena,
y apruebo sin problemas.
Lapicero flojea un poco en
Historia, y a mi me gusta ayudarle en esta materia. Y Azucena odia la
Literatura, y a mi me encanta. Así que entre todos estudiamos las asignaturas,
nos ayudamos, y aprobamos.
Ellos son mis dos mejores amigos,
y de Canelo. Además, viven muy cerca, y casi todas las tardes
estamos juntos.Ahora en verano nos vemos todos
los días, y ellos también se levantan temprano, como yo.
Después de desayunar lo que nos
había cocinado la buena Blanca, le pedí permiso a mi papá para ir a jugar. Él
me dijo que le preguntara a mi mamá si podía salir. Mi mamá que dijo que sí,
pero que también tenía que tener el permiso de mi papá. Y mi papá por fin me
dijo también que sí.
Normalmente me encontraba con mis
amigos bajo el naranjo, mi árbol favorito.
Ese día nos pasaron muchas cosas,
y algunas fantásticas.
Nos pusimos a caminar, y nos
dirigimos al bosque, después de atravesar el Río Prohibido. Les había hablado a
mis amigos de la redonda puerta violeta, y de lo que me había pasado hacía poco
tiempo. Llegamos hasta ella, y se abrió, sola, como la otra vez.
Esta vez, sin tanto miedo y
cogidos de la mano, pasamos al otro lado mis amigos, Canelo, y
yo.
Yo esperaba encontrar la extraña
ciudad gris. Pero no fue así. A mi alrededor no había gris, pero tampoco muchos
colores. Sólo unos cuantos, e iban del amarillo claro, al amarillo oscuro. Y
hacía calor, mucho calor.
Sudábamos, y nos costaba
movernos. Pero nos juntamos, nos apretamos unos contra otros, hicimos un pequeño
esfuerzo, y salimos, llegando a lo que parecía la superficie. ¡Oh!, estábamos
sobre arena, y arena, y más arena. Arena por todas partes. Y sol, mucho sol.
No sabíamos a dónde ir, pero nos
fijamos en unas huellas que había en el suelo. Parecían de un animal, pero no
sabíamos cuál. Por cierto, ¿dónde está Canelo? Ay, ay ay, ¡ya se ha vuelto a
escapar! ¿Serán estas sus huellas? Parecen más grandes, pero quién sabe lo que
puede pasar en este extraño lugar.
Así que seguimos las huellas del suelo. Y caminando, caminando, llegamos hasta un
sitio en el que abundaba el agua, las palmeras, las frutas, y el fresquito. Sí,
qué bueno, no hacía tanto calor. Nos miramos, mis amigos y yo, y sin decir
nada, corrimos hacia esa especie de lago que había en el centro. Y bebimos su
agua, y nadamos en su agua, y nos refrescamos en su agua. ¡Estaba tan buena!
Hablamos, y llegamos
a la conclusión de que estábamos en un oasis, y el oasis, en un desierto.
Habíamos estudiado los desiertos en clase, pero era la primera vez que veíamos
uno, que estábamos en uno.
Después de beber, nadar y
refrescarnos estábamos listos para seguir buscando a Canelo. Lo llamamos una y
mil veces, pero no apareció. Miramos detrás de cada árbol, de cada piedra, pero
no estaba, no lo veíamos por ningún lado.
Vimos de nuevo las huellas, y
decidimos seguirlas otra vez, a pesar de estar muy a gusto en aquel oasis.
Pero, Canelo es Canelo, y sin él las aventuras no son lo mismo.
Nos pusimos en marcha, y esta vez
las huellas nos llevaron a un sendero entre unas montañas muy altas que parecían de arena. Íbamos por la sombra, por eso no hacía tanto calor.
Cuando estábamos a punto de
sentarnos a descansar, oímos un ruido delante de nosotros. Era como si algo o
alguien estuviera removiendo plantas, o hierbas. Nos acercamos muy muy
despacio, y casi sin hacer ruido. No sabíamos lo que hacía ese ruido, y podía
ser peligroso.
¡Allí estaba!, ¡era enorme!,
y por el tamaño de sus patas, bien podía ser el dueño de las huellas que
habíamos seguido durante tanto tiempo.
El animal se dio la vuelta, y a
decir verdad, tenía algo que me resultaba muy familiar. No se si el color, o
los ojos, pero tenía la sensación de haberlo visto antes.
Se acercó a nosotros, y movió
tanto el rabo que levantó una nube de arena y piedrecitas a su
alrededor.
¡Claro!, ¡ya se! Pero, ¿qué había
pasado? Sin duda, era Canelo, pero, ¡era tan grande! Y para él, nosotros
debíamos parecer como hormiguas pequeñitas. ¿Cómo había pasado? Y lo más
importante, ¿cómo lo íbamos a llevar a casa así? Claro, que para eso, teníamos
que encontrar de nuevo la puerta redonda violeta, y no sabíamos dónde podía
estar.
Nos pusimos a pensar, y mientras
eso ocurría, Canelo quería jugar. Jugar a darnos lametones, a traernos un palo
para que se lo tiráramos, a hacer un hoyo en el suelo para esconder una piedra.
Pero claro, ahora era un perro gigante, y sus lametones nos dejaban empapados.
Sus palitos eran troncos, y los hoyos, enormes socavones; ¡por no hablar de las
piedras que pretendía esconder!
¡Esto tenía que acabar! Además,
empezábamos a tener hambre y a estar cansados.
¿Y cómo podíamos salir de allí?
De pronto Canelo encontró algo
muy apetitoso y se lo llevó a la boca. Empezó a hacer mucho ruido y a pasarse
la comida de un lado a otro de la boca, jugando con ella. No me gustó lo que
veía, así que me acerqué a él y le dije: “Canelo, Canelo bonito, come con la boca
cerrada, y no juegues con la comida”. Parece que me entendió, y cerró la boca y
comió despacio.
Mis amigos llamaron mi atención,
y cuando me acerqué a ellos, los vi mirando una roca muy grandeque
no estaba allí antesy que tenía forma de puerta, ¡mi redonda puerta violeta!
Pero en vez de malva y madera, era de granito, y esta vez estaba ya
abierta, esperándonos.
Nos cogimos de nuevo de las manos,
y rodeamos una de las enormes patas de Canelo. Caminamos todos juntos, y sin
pensárnoslo mucho, atravesamos aquella roca en forma de puerta.
Y al abrir los ojos, ¡estábamos
en el bosque de nuevo! ¡Y Canelo volvía a ser pequeño!
Mis amigos salieron corriendo, y
yo también. Pero me detuve y me acerqué a la puerta violeta y redonda. Acerqué
mi orejilla a ella, para poder escucharla, y en esta ocasión me dijo: “comer
con la boca abierta es de mala educación; y jugar con la comida también”.
Desde luego, puerta bonita,
puerta violeta, es una lección que nunca olvidaré.
Y así acabó la aventura de aquel
día. Pero, ¿por qué un desierto? Porque creo que hacía poco que en clase
nuestra profesora, doña Esmeralda, nos había hablado de ellos, y yo me quedé
muy impresionada.
Llegamos al naranjo, y me
despedía de mis amigos, no sin antes hacerles prometer que no contarían nada de
nuestra aventura. Al fin y al cabo, seguía teniendo prohibido atravesar el río.
FIN
-¿Te ha gustado, Pez?
-Síiii. Porfa, ¡cuéntame otro cuento de la Princesa Colorines!
-No, mi niño. Otro día. Tanto tú como todos nuestros niños queridos deben descansar ya. Si te sigues portando así de bien, pronto nos embarcamos en otra aventura de ella. ¿Conforme?