martes, 18 de junio de 2013

Aprender jugando

-Hola Pez, ¿cómo está mi niño?
-Bueno, un poquito enfadado contigo, porque me encuentro muy solito.
-Ya lo sé, pequeño. He estado muy muy liada, y reconozco que te he tenido un poquitín abandonado. ¿Me perdonarás?
-Uhmm, solo a condición de que me cuentes con qué has estado tan entretenida.
-Vale. Verás, en primer lugar, no sé si recordarás que nos volcamos en la organización de una cena muy especial, y que tuvo lugar el 8 de junio.
-Sí, claro que lo recuerdo. La II Cena Solidaria de la AEHTF, ¿no?
-Eso es. Bien, pues salió todo muy bien, y la gente de Fuerteventura demostró una vez más que en la isla late un corazón muy grande. Mira, te enseño una foto del evento, para que veas el ambiente que se respiró ese día.

    
-Guau, ¡¡salón lleno!!
-Sí, cariño. A tope. Y lo mejor de todo es que detrás de cada uno de los asientos que ves ocupados, hubo, hay, un granito de arena en la lucha contra el cáncer, y en barriguitas llenas de niñ@s de la isla que lo están pasando mal por culpa de la crisis.
-Felicidades a ti, Paz, y a todos los que lo hicieron posible.
-Gracias cariño.
-Bueno, vale, pero ésto ocurrió el 8 de junio. ¿En qué has estado metida desde entonces?; ¿por qué no me has hecho caso en tooooodo este tiempo?
-Te cuento. Estoy acudiendo a varios colegios a pasar un ratito con los más pequeños, enseñándoles lo importante que es comportarnos de forma correcta en la calle, tanto como peatones, como pasajeros de un coche, o como conductores de bicicletas.
-Uy, eso me suena. ¿Educación Vial?
-Pero mira qué listo mi Pez. Pues sí señorito, eso es. Ya sabes cómo me gusta jugar con los enanos, y si encima les puedo enseñar algo, mejor que mejor.
Verás, a los de Infantil les entretengo con cuentos ilustrados.
Mira, este es uno de ellos:


-Vaya, ¡¡qué divertido!!  
-Sí, mi Pez, y mucho. Lo mejor de todo es comprobar cómo los pequeñines aprenden jugando con cuentos como estos. 
Muchas veces los mayores creemos que ellos, los bajitos, no prestan atención a las cosas importantes. Pero no es así. Se fijan, y saben más de lo que nos imaginamos. Por eso me gusta, qué digo, me encanta trabajar con ellos. 
Y como premio, por portarse bien, a jugar al patio. Mediante trucos e ingenio, cruzamos calles imaginarias de la forma buena; con esta actividad aparentemente tan sencilla, estos pequeños peatones harán de "pepito grillo" con sus padres, con sus mayores. 
-Ahh, educar a los niños para que éstos reeduquen a sus mayores. ¡No eres lista tú ni nada!
-Pez, al menos hay que intentarlo. 
Bien, eso con los de 3, 4 y 5 años. Porque con los de primaria el método es distinto. En clase y en el patio trabajo con pequeños conductores, y los trato como tal, para que sepan cuán importante es comportarse correctamente en las calles que nos rodean.
Si desde chicos adquieren la conciencia vial que pretendo, se convertirán, casi por arte de magia, en adultos responsables en lo que a materia de tráfico se refiere.
Mira, en portales como éste, el de la Dirección General de Tráfico (DGT), saco la inspiración para tratar con nuestros niños queridos. A ver si te gusta:


O en este otro, en el de la Fundación MAPFRE, encuentro muchos recursos y juegos:

     
-Jo, pues tus niños se lo deben de pasar genial con tus clases.
-Hombre, al menos sé que estoy contribuyendo a que aprendan jugando algo que considero muy importante. Fundamental ahora, y primordial para cuando sean mayores.
Por eso aprovecho para animar a los papás de nuestros niños queridos a que se comporten bien delante de sus pequeños cuando vayan en coche, cuando paseen por las calles, cuando viajen en autobús. Aunque no lo crean, ustedes son el ejemplo en el que sus hijos se fijan, el modelo en el que querrán convertirse.
Para despedirme hoy, les regalo una canción divertida, y con un contenido muy educativo. Se titula La canción del peatón.


-Bueno, Paz, un besito y cuidado mañana con la carretera. Aun te quedan unos cuantos días de clases viales, y con lo que te gusta estar con unos alumnos tan especiales, lo importante es llegar y disfrutar de esos momentos.
-Esa es la idea, corazón. Buenas noches, y feliz descanso. 
¿Nos despedimos juntos de nuestro amigos?
-¡¡Vale!!
HASTA LA VISTA
 
 
P. D.: Hoy, 20 de junio de 2012, he tenido la última sesión en el C. E. I. P. Pájara.
Siempre me ocurre lo mismo. En parte estoy deseando terminar, porque me supone un gran esfuerzo físico y mental. Cada día recorro cientos de kilómetros, sí, digo bien, cientos (Fuerteventura es una isla muuuy larga), para acudir a los colegios, y lidiar con mis niños queridos. Los comienzos no son fáciles, y no puedo pretender que se porten bien a la primera, nada más llegar yo al aula, sin conocerme de nada. Ellos me lanzan el guante, y en mi mano está recoger el reto.
Pero todo tiene su recompensa, y la mía es la recibida, por ejemplo, en días como hoy. Atravieso uno de los patios del Cole de Pájara, a primera hora, cuando los chiquillos están formados, listos para entrar en sus clases. Y ahí va Paz, a preparar el material en otro de los patios, para los alumnos de 5º y 6º. Y empiezo a escuchar un coro de voces: "¡¡Hola Paz!!, ¡¡Paz, cuándo te volvemos a ver!!, ¡¡Paz, queremos que vengas pronto!!, ¡¡Paz!!, ¡¡Paz!!". Desde los más pequeñajos, los de 3 añitos, hasta los más granditos, me han dicho hoy cosas bonitas. De verdad, no tiene precio, y se me pone la piel de gallina al pensarlo.
Los niños y los profesores me han dado las gracias, y me han pedido que el curso que viene estudiemos la fórmula para que vuelva con más conocimientos viales.
Y, ¿saben qué?. Las gracias se las doy yo. Gracias a los colegios que han querido que acudiera con mi "rollo" vial, destacando entre ellos al mencionado, el de Pájara, y el C. E. I. P. Costa Calma.
Espero que entre todos tomemos conciencia de la importancia de la Educación Vial.
Objetivo final: ni una sola muerte más en las carreteras. ¿No les parece un reto digno? Para mi sí.
Besitossss
 


domingo, 19 de mayo de 2013

De campamento...

La casa estaba en silencio. Todos dormíamos. O eso creía yo. 
El Pez Volador estaba trasteando en la pequeña biblioteca. Estaba buscando un libro, uno en concreto, y por fin lo localizó.
Pero, oh, vaya, se puso tan nervioso que se le acabó escurriendo de sus aletas.
¡¡Al suelo!!
Me despertó.
No quise asustarle, así que me acerqué despacio a la librería. Estaba segura de que el ruido venía de allí. Él ya no estaba, pero había un hueco en una de las estanterías. Sabía de qué libro se trataba. Cuál era el que faltaba. No entendía nada.
Llegué hasta su habitación. Estaba casi todo a oscuras. Y digo casi porque el Pez estaba bajo sus sábanas, tapado completamente, y ayudado de una linterna leía algo.
Me di la vuelta, regresé a mi cuarto, e hice como si me levantara en ese momento. Encendí la luz de mi mesa de noche, y empecé a caminar por el pasillo.
En seguida apagó la linterna, como intentando disimular. Incluso, fue muy gracioso, imitó un ronquidito.
Me acerqué a su cama, le coloqué las sábanas para verle la carita, y allí estaban las pruebas, la linterna y el libro. No quise romper su propia magia, así que decidí esperar a la mañana para hablar con él.
Pasaron las horas, y por fin, el dormilón abrió sus ojitos y vino a desayunar.
-Buenos días, pequeño.
-Buenos días, Paz.
-¿Qué tal dormiste? Vi que estuviste leyendo un ratito.
-Sí. Jo, me has pillado. Es que he visto que pronto se van a celebrar unos campamentos en un sitio muy bonito, y me apetece mucho ir.
-¿Ah, sí? Y, ¿dónde és? Háblame un poquito de él.
-Mira, Paz es éste:


-¡Oh!, vaya, es una maravilla. Pero sabes una cosa, cariño, ya había pensado mandarte allí este verano, al campamento de la Poshada Rural, porque conozco el sitio. Y en cierto modo tú también, porque ya lo hemos mencionado antes, por ejemplo cuando hablamos de ciertas musiquitas pegadizas o de nuestra amiga Carolina. ¿Te acuerdas?
-¡Ah! Claro, ahora ya sé por qué me sonaba.
-Vale, vale, por eso estás interesado en el Manual de los jóvenes castores, ¿no es así?


-Claaaro. Es que tiene muchos trucos, juegos, actividades para hacer en un campamento. Seguro que tú ya lo sabes, porque el libro es tuyo.
-Pues sí, así es. Verás, lo publicó en 1977 Ediciones Montena. Tal y como tú dices, nos cuenta un montón de cosas que giran en torno a un campamento. Y lo hace de la manera más divertida posible, a través de los revoltosos sobrinos del Tío Gilito, Jorgito, Jaimito y Juanito. Sí, lo has adivinado, son personajes de Disney, y mi niño, te lo aseguro, esta lectura no te va a defraudar.
Por ejemplo, si una de las tardes, cuando estés en La Poshada Rural, hace mal tiempo y no puedes estar haciendo cosas fuera, venga, te propongo que les enseñes a tus compis un juego. Es más fácil de lo que parece, pero no te quiero dar pistas. De hecho, te lo voy a enseñar a ti y a todos nuestros amigos, pero no lo voy a resolver hasta que nos volvamos a leer aquí. ¿Te apetece intentarlo?
-Sí, sí, sí. Entre todos lo vamos a hacer, estoy seguro.
-Bueno, ahí va el reto:


Otra de las cosas que proponen en el libro es la utilización de un código secreto para que los mayores no les descubran los secreto. Es éste:


-Jo, Paz, qué ganas tengo de que llegue ya ese campamento. Te prometo que me voy a portar muy muy bien, para que me dejes ir. Y porfi, ¿me prestas el Manual de los jóvenes castores?
-Te lo presto si me prometes que lo vas a cuidar tanto como yo lo he hecho.
-Prometido.
-Bien, entonces es tuyo hasta que te marches al campamento. 
Es curioso, no se si crees en las casualidades. Hace mucho tiempo, cuando empecé a crear este espacio en mi cabeza, me hice con un cuaderno, y fui apuntando las ideas que tenía, los libros que quería reseñar. Bien, pues este Manual tan especial era uno de ellos. Y fíjate en la foto que te voy a enseñar:


-Oh, vaya, Paz, sí que es una casualidad. Yo sí creo en ellas.
-Ya ves. En la hoja de al lado coloqué una postal de La Poshada, y escrito a lápiz, una flechita que sale de ella, va hacia el lugar donde trato el libro del que hablamos hoy, y escribí “la inspiración”...
Bueno, mi querido Pez Volador, te dejo con esta fantástica lectura.
Para finalizar, voy a invitar desde aquí a los papás de nuestros niños queridos a que lleven a sus hijos a un campamento como el de La Poshada Rural. Yo fui a muchos de pequeña, e incluso de adolescente, y les aseguro que es una experiencia que todo pequeñajo debe vivir, al menos, una vez en su vida. Y si es en un lugar como éste, mejor todavía.
Besos y achuchones para todos...

P.D.: Nuevas posibilidades para los peques de la casa: ¡¡La Poshada Rural cuenta con ofertas para campamentos de 7 días, y descuentos para hermanos!!

 
Infórmate aquí: Campamentos de La Poshada Rural

¿Aún te lo estás pensando? Mi Pez ya tiene listo su petate...

domingo, 5 de mayo de 2013

A todas las madres...

-Hola pequeño, ¿qué te pasa? Te noto un poco triste.


-Es que mañana, en España, se celebra el día de la madre.


-¿Y eso te pone triste? ¿Por qué?


-Porque no sé qué es una madre, y no sé si yo puedo celebrar también ese día, como nuestros niños queridos. ¿Me ayudas a entenderlo?


-Claro que sí. Bueno, al menos voy a intentarlo.

Una madre es la persona que te hace el regalo más grande de todos, el de la vida. Te trae al mundo, bien a través de su propio cuerpo, bien formando parte de ella, aunque no te haya dado a luz.


-Ah, pues sí que es un regalazo. Pero, y yo, ¿cómo nací?


-Verás, tú naciste en mi cabeza. Allí te di forma, te imaginé, y desde ese mismo momento te quise, te di cariño. Y cuando estuviste listo, te presenté al mundo. Desde ese día, caminamos, volamos y nadamos juntos; y tesoro, quién sabe a dónde llegaremos.


-Entonces, ¿tú eres mi madre?


-Bueno, en cierto modo sí.


-Me gusta, mami. Venga, háblame más de las mamás, ¿cómo son?


-Las madres son geniales, aunque en ocasiones no estemos de acuerdo con ellas. Sí, a veces se ponen un poco pesadas, que si abrígate, que si debes comer bien, que si debes ser educado, en fin, todo eso. Pero, ¿sabes una cosa? Lo hacen por nuestro bien. Ellas solo quieren que estemos estupendamente, que seamos felices, y que la vida nos sonría.


-¿Siempre?


-Claro. Además, son como muchas protagonistas de los cuentos que tanto nos gustan, fantásticas, y mágicas: pueden convertir cuatro ingredientes en el manjar más apetitoso; saben remendar la ropa de tal manera que al usarla de nuevo luzcamos como reinas y reyes; consiguen enseñarnos que con unos lápices de colores y una hoja en blanco podemos crear los cuadros más vistosos. 
 

-¿Y solo hacen eso?


-¿Sólo? ¿Te parece poco?


-No, mami, es que como no sé cómo son, tengo una y mil preguntas.


-Ah, vale. 

Como te dije, no solo hacen eso, sino muchísimas cosas más. Trabajan duro cada día. Unas en oficinas, otras en casa. Unas fuera y otras, dentro.


¿Sabes qué? Creo que ellas son las que mantienen realmente los hogares. Su fuerza hace que los pilares se mantengan en pié. Los papás, o los compañeros, o quien gire en torno a las mamás, son, para mi, actores secundarios. Ey, pero te digo una cosa, qué importantes son esos secundarios. Además, piensa que muchas lo hacen solas, y tiran para adelante con o sin ayuda. Por eso son tan increibles, ¿no te parece?


-Sí que lo son. ¿Y qué más? ¿Cómo es tu mamá?


-¿La mía? Valiente, inteligente y una auténtica artista. Lo mismo borda, que pinta. Menuda imaginación. Chico, yo no he heredado esa cualidad. Fíjate qué cosa tan bonita me está haciendo. Forma parte del chaleco de un traje típico, y te lo aseguro, será precioso. Lo empezó mi abuela, y mi madre le está dando vida. Cuando lo termine te lo enseño. Este es un pequeño aperitivo:



Me ayudó con los estudios, teniendo toda la paciencia del mundo. Porque te diré que yo era un poco cafre, y empecé con los suspensos muy pronto. Digamos que me distraía con el vuelo de una mosca, y claro, eso tenía consecuencias. Pero ella siempre creyó en mi, y quiso que me esforzara, que estudiara, que no me quedara en el camino. Y vaya si lo consiguió. Creo que mi amor a las letras comenzó de su mano, por los libros que me compraba, las lecturas que elegía para mi. Como ésta, la de Momo, de Michael Ende, de la que hablamos tú y yo hace mucho tiempo ya. Ves, mi madre tenía, y sigue teniendo este tipo de detalles:



Dicen que conforme me voy haciendo mayor, más me parezco a ella. Puede ser. Los que la conocen lo sabrán, y si lo dicen, por algo será, ¿no? Yo, en esta foto, me saco un parecido. ¿Tú qué dices?



Sí, yo soy la renacuaja pizpireta a la que su madre está maquillando. ¡Qué cosas!, viendo esta foto me siento muy mayor.


-Yo no te veo mayor. 
 

-Querido Pez, eres un cielo. Creo que gracias a ti, al trabajo que hacemos juntos, nunca creceré del todo.


Mira, ahora que lo pienso, me siento muy afortunada por tener a mi madre cerca, por ver cómo va cumpliendo años y se va convirtiendo en alguien cada día más sabio. Me gusta poder seguir escuchando sus consejos. Mi reto es sorprenderla cada día, con pequeños o grandes actos. Hacer que se sienta orgullosa del trabajo que ha hecho, y sigue haciendo, con sus hijas.


-Oye, por qué no le dedicamos algo especial a tu mamá, y a las de nuestros niños queridos. Porque por lo que me has contado, las madres se merecen mimos cada día, y aunque haya un día especial dedicado a ellas, no podemos dejar de cuidarlas y quererlas el resto del año, ¿no?


-Eso es, mi pequeño Pez Volador. Y me parece una gran idea. A ver, ¿qué te parece si le dedicamos un libro y una canción?

-Síiii. Te propongo un trato: yo elijo las letras y tú la música. ¿Vale? 
 

-Perfecto. ¿Ya has pensado en una lectura bonita?


-Sí. Es este, A la sombra del olivo:





-Precioso, mi niño. Es una obra de la Editorial Kókinos, y reune 29 canciones infantiles del Magreb. Mira, me acabo de acordar de una anécdota sobre este libro. Ya sabes que mi hermana María es filóloga árabe. Bien, pues un día, María llevó este tesoro a una de sus clases. Por cierto, se lo regalé yo, ahora que recuerdo. Entre sus alumnos había una señora mayor que al escuchar una de las canciones que contiene el CD que acompaña al libro se emocionó, porque la había oído antes. Su abuela se la enseño a su madre, y su mamá se la cantaba cuando ella era pequeñita.


-Oh, qué tierno. Venga, pues pon tú la música. ¿Qué tienes pensado?


-En casa siempre nos ha gustado la música, y nos encantaba ir a comprar discos para regalárselos a nuestros padres en ocasiones especiales. Éste es uno de ellos, y era, bueno, es, de mi madre:





Es el We can't dance, de un grupo muy bueno que se llamaba Genesis. Este álbum fue su recopilatorio de despedida, y se publicó en 1991. De entre todos los temas, elijo éste para dedicárselo a todas las mamás del mundo: Tell me why, porque ellas tienen todas las respuestas a nuestras preguntas.






-Bueno, pequeño, ¿qué te ha parecido?, ¿ya sabes qué es una mamá?


-Sí, algo como tú. Ya sé que tú no tienes pequeñajos, pero me tienes a mi. Y si algún día te llegan, no te preocupes, yo les contaré lo que tú me has enseñado. Gracias Paz, mi mami.


-Gracias a ti, mi Pez Volador. 
 

Un besito

miércoles, 24 de abril de 2013

Al desierto con la Princesa Colorines

-Hola Pez, ¿qué tal estás?
-Bueno, un poco triste.
-¿Y eso?
-Pues como ayer fue el Día del Libro, me regalaron algunos cuentos. Y como me gustaron tanto, me los he terminado en un piz paz.
-Tesoro, pero eso está muy bien. ¿Por qué estás triste entonces? 
-Porque no tengo ningún cuento para hoy.
-Uy, habérmelo dicho antes. Ya sabes que enseguida me pongo a buscar y seguro que te encuentro un sin fin de aventuras de papel. A ver, ¿qué te apetece?
-¿Puedo elegir?
-Claro, pequeño. Soy todo oidos.
-Me gustaría volver a leer otra aventura de La Princesa Colorines
-De acuerdo. Bien, siéntate a mi lado, que te voy a contar una historia que habla del Desierto. ¿Preparado?
-Síiiiii.
-Pues ahí va:

LA PRINCESA COLORINES
El desierto.


Hola, soy la Princesa Colorines, y ésta es una de mis historias.

Canelo y yo nos despertamos temprano, y fuimos a desayunar. En realidad era un fastidio, porque no teníamos que ir a la escuela, por lo que no estábamos obligados a madrugar. Y digo teníamos porque Canelo también me acompaña al cole todos los días, y espera mi salida para volver juntos a casa.

Mis padres siempre han querido que vaya a una escuela normal, y que tenga amigos normales. No como mi primo, el príncipe Olivo, cuyos padres, el Rey Alcornoque y la Reina Encina, no quieren que vaya a la escuela. Por eso, un profesor va todos los días al palacio y le da clases a Oli (así lo llamo yo). En el fondo me da pena, porque los únicos niños con los que se relaciona somos sus primos, y la verdad, no nos vemos mucho.

En el colegio todo me va muy bien. Bueno, vale, menos en Mates, que se me dan fatal. Pero a mi amigo Lapicero, se le dan muy bien, y me ayuda. Conocimiento del Medio tampoco me gusta mucho, y alguna vez he suspendido. Es entonces cuando me ayuda mi amiga Azucena, y apruebo sin problemas.

Lapicero flojea un poco en Historia, y a mi me gusta ayudarle en esta materia. Y Azucena odia la Literatura, y a mi me encanta. Así que entre todos estudiamos las asignaturas, nos ayudamos, y aprobamos.

Ellos son mis dos mejores amigos, y de Canelo. Además, viven muy cerca, y casi todas las tardes estamos juntos. Ahora en verano nos vemos todos los días, y ellos también se levantan temprano, como yo.

Después de desayunar lo que nos había cocinado la buena Blanca, le pedí permiso a mi papá para ir a jugar. Él me dijo que le preguntara a mi mamá si podía salir. Mi mamá que dijo que sí, pero que también tenía que tener el permiso de mi papá. Y mi papá por fin me dijo también que sí.

Normalmente me encontraba con mis amigos bajo el naranjo, mi árbol favorito.

Ese día nos pasaron muchas cosas, y algunas fantásticas.

Nos pusimos a caminar, y nos dirigimos al bosque, después de atravesar el Río Prohibido. Les había hablado a mis amigos de la redonda puerta violeta, y de lo que me había pasado hacía poco tiempo. Llegamos hasta ella, y se abrió, sola, como la otra vez.

Esta vez, sin tanto miedo y cogidos de la mano, pasamos al otro lado mis amigos, Canelo, y yo.

Yo esperaba encontrar la extraña ciudad gris. Pero no fue así. A mi alrededor no había gris, pero tampoco muchos colores. Sólo unos cuantos, e iban del amarillo claro, al amarillo oscuro. Y hacía calor, mucho calor.

Sudábamos, y nos costaba movernos. Pero nos juntamos, nos apretamos unos contra otros, hicimos un pequeño esfuerzo, y salimos, llegando a lo que parecía la superficie. ¡Oh!, estábamos sobre arena, y arena, y más arena. Arena por todas partes. Y sol, mucho sol.

No sabíamos a dónde ir, pero nos fijamos en unas huellas que había en el suelo. Parecían de un animal, pero no sabíamos cuál. Por cierto, ¿dónde está Canelo? Ay, ay ay, ¡ya se ha vuelto a escapar! ¿Serán estas sus huellas? Parecen más grandes, pero quién sabe lo que puede pasar en este extraño lugar.

Así que seguimos las huellas del suelo. Y caminando, caminando, llegamos hasta un sitio en el que abundaba el agua, las palmeras, las frutas, y el fresquito. Sí, qué bueno, no hacía tanto calor. Nos miramos, mis amigos y yo, y sin decir nada, corrimos hacia esa especie de lago que había en el centro. Y bebimos su agua, y nadamos en su agua, y nos refrescamos en su agua. ¡Estaba tan buena!

Hablamos, y llegamos a la conclusión de que estábamos en un oasis, y el oasis, en un desierto. Habíamos estudiado los desiertos en clase, pero era la primera vez que veíamos uno, que estábamos en uno.

Después de beber, nadar y refrescarnos estábamos listos para seguir buscando a Canelo. Lo llamamos una y mil veces, pero no apareció. Miramos detrás de cada árbol, de cada piedra, pero no estaba, no lo veíamos por ningún lado.

Vimos de nuevo las huellas, y decidimos seguirlas otra vez, a pesar de estar muy a gusto en aquel oasis. Pero, Canelo es Canelo, y sin él las aventuras no son lo mismo.

Nos pusimos en marcha, y esta vez las huellas nos llevaron a un sendero entre unas montañas muy altas que parecían de arena. Íbamos por la sombra, por eso no hacía tanto calor.

Cuando estábamos a punto de sentarnos a descansar, oímos un ruido delante de nosotros. Era como si algo o alguien estuviera removiendo plantas, o hierbas. Nos acercamos muy muy despacio, y casi sin hacer ruido. No sabíamos lo que hacía ese ruido, y podía ser peligroso.

¡Allí estaba!, ¡era enorme!, y por el tamaño de sus patas, bien podía ser el dueño de las huellas que habíamos seguido durante tanto tiempo.

El animal se dio la vuelta, y a decir verdad, tenía algo que me resultaba muy familiar. No se si el color, o los ojos, pero tenía la sensación de haberlo visto antes.

Se acercó a nosotros, y movió tanto el rabo que levantó una nube de arena y piedrecitas a su alrededor.

¡Claro!, ¡ya se! Pero, ¿qué había pasado? Sin duda, era Canelo, pero, ¡era tan grande! Y para él, nosotros debíamos parecer como hormiguas pequeñitas. ¿Cómo había pasado? Y lo más importante, ¿cómo lo íbamos a llevar a casa así? Claro, que para eso, teníamos que encontrar de nuevo la puerta redonda violeta, y no sabíamos dónde podía estar.

Nos pusimos a pensar, y mientras eso ocurría, Canelo quería jugar. Jugar a darnos lametones, a traernos un palo para que se lo tiráramos, a hacer un hoyo en el suelo para esconder una piedra. Pero claro, ahora era un perro gigante, y sus lametones nos dejaban empapados. Sus palitos eran troncos, y los hoyos, enormes socavones; ¡por no hablar de las piedras que pretendía esconder!

¡Esto tenía que acabar! Además, empezábamos a tener hambre y a estar cansados.

¿Y cómo podíamos salir de allí?

De pronto Canelo encontró algo muy apetitoso y se lo llevó a la boca. Empezó a hacer mucho ruido y a pasarse la comida de un lado a otro de la boca, jugando con ella. No me gustó lo que veía, así que me acerqué a él y le dije: “Canelo, Canelo bonito, come con la boca cerrada, y no juegues con la comida”. Parece que me entendió, y cerró la boca y comió despacio.

Mis amigos llamaron mi atención, y cuando me acerqué a ellos, los vi mirando una roca muy grande que no estaba allí antes y que tenía forma de puerta, ¡mi redonda puerta violeta! Pero en vez de malva y madera, era de granito, y esta vez estaba ya abierta, esperándonos.

Nos cogimos de nuevo de las manos, y rodeamos una de las enormes patas de Canelo. Caminamos todos juntos, y sin pensárnoslo mucho, atravesamos aquella roca en forma de puerta.

Y al abrir los ojos, ¡estábamos en el bosque de nuevo! ¡Y Canelo volvía a ser pequeño!

Mis amigos salieron corriendo, y yo también. Pero me detuve y me acerqué a la puerta violeta y redonda. Acerqué mi orejilla a ella, para poder escucharla, y en esta ocasión me dijo: “comer con la boca abierta es de mala educación; y jugar con la comida también”.

Desde luego, puerta bonita, puerta violeta, es una lección que nunca olvidaré.

Y así acabó la aventura de aquel día. Pero, ¿por qué un desierto? Porque creo que hacía poco que en clase nuestra profesora, doña Esmeralda, nos había hablado de ellos, y yo me quedé muy impresionada.


Llegamos al naranjo, y me despedía de mis amigos, no sin antes hacerles prometer que no contarían nada de nuestra aventura. Al fin y al cabo, seguía teniendo prohibido atravesar el río.

FIN

-¿Te ha gustado, Pez?
-Síiii. Porfa, ¡cuéntame otro cuento de la Princesa Colorines! 
-No, mi niño. Otro día. Tanto tú como todos nuestros niños queridos deben descansar ya. Si te sigues portando así de bien, pronto nos embarcamos en otra aventura de ella. ¿Conforme?
-Vale. Un besito Paz.
-Mil besos y un achuchón, Pez  




 

martes, 2 de abril de 2013

Un ser entrañable

Hoy, 2 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro Infantil.

El Pez Volador está de celebración también porque entre pequeños grandes relatos se mueve cada día

Resulta que Pez, en una jornada tan especial, se ha dado una vuelta por mi colección, y me ha pedido que le hable de un cuentito. Le ha llamado la atención su portada, porque le encantan los colores alegres y los nombres raros. A ver si a ustedes les gusta también:


¿Saben quién es?, ¿o qué?

Es difícil de definir. Pez y yo lo vamos a intetar. Se trata de un ser entrañable que nació de un huevo, en un lugar remoto, y que necesitó la ayuda de algunos amigos marinos para aprender a definirse y a conocer su misión en la vida. Le costó un poquillo, porque al principio se sintió muy solo, y no sabía ni qué hacer ni hacia dónde dirigirse. 



Con el cariño de los personajes que el destino puso en su camino, consiguió hacerse un hueco en el mundo.

Ahora mismo está en el El cielo de los libros sin presente, porque hace muchos años que dejó de publicarse. Desde allí, sin él ni siquiera saberlo, sigue cumpliendo con la tarea que es su día le fue encomendada: vigilar la salud de las aguas que nos rodean. Porque si tiras basura al mar o al río, vendrá Serendipity y lo impedirá.

 

Gracias a las palabras de Stephen Cosgrove, y a los dibujos de Robin James, este dragón rosa de cresta verde llamado Serendipity llegó a mi hogar, y puedo asegurar que es uno de los primeros libros de los que guardo recuerdos. Ediciones Altea lo editó en España en 1975, y formó parte de una colección llamada como nuestro amigo.

Si desean hacerse con un ejemplar, les aviso que es muy complicado conseguirlo en español. Sin embargo, lo he encontrado en inglés en el siguiente portal:

Serendipity en Amazon 

Hoy he querido hablarles de este libro porque tal y como les he comentado, es uno de mis primeros recuerdos hecho papel e ilustraciones. Me ha parecido mi particular aportación a esta jornada tan especial, recuerden, Día Internacional del Libro Infantil. Por cierto, y a modo de curiosidad, les diré que la fecha no es casual, porque se eligió para tal conmemoración el día del nacimiendo de Hans Christian Andersen.

Bueno, hoy les dejo con un tema de Annie Lenox, "Waiting in the vain", que forma parte de la banda sonora de una película que lleva por título el nombre de mi amigo, es decir, Serendipity. Se trata de un film que habla del destino y del amor.

 

Un beso de buenas noches, y porfa, permitan que sus niños queridos puedan llegar a celebrar en el futuro un día como el de hoy, el de los Libros Infantiles. Es uno de los legados que les pueden dejar, el amor por las historias de papel.

De antemano, gracias.